El 28 de abril me pillará en Barcelona. He mirado la agenda y no tengo ni un minuto para preparar el voto por correo. Podría usar esa excusa para disimular lo malísima ciudadana que soy. O quizás soy una ciudadana decepcionada, desesperanzada, hartita.

Por más que observo el panorama político, no le encuentro la gracia ni la solución a mi disyuntiva. En principio pensaba que no me daba el intelecto, que no podía ser tanto despropósito, así que he investigado, he leído, me he tragado mil entrevistas a mil señores del hemiciclo. No tenía que haberlo hecho.

La cosa es tan simple que da miedito: remueven la mierda para que el olor nos despiste, para que la neblina no nos deje vislumbrar el gran desastre que son los unos y los otros. Le dan de hostias a nuestra inteligencia mientras se demonizan los unos a los otros. Sus insultos ni siquiera son elegantes. No hay una pizca de chispa ni agudeza en sus argumentos anodinos, sobados, aburridos, faltos de ese sarcasmo que tanto nos entretendría.

Tampoco me gusta que decidan por mí, pero al menos no me sentiré culpable por lo que venga. No me representan, no me fío, me enfadan. Me aburren con sus continuas performances ¿Se lo estarán creyendo ellos? ¿Pensarán que nos lo creemos?

Ya todos sabemos que las promesas electorales son una trola de dimensiones estratosféricas, que los acuerdos no tienen nada que ver con el bien común, sino con intereses, algunos conocidos y otros ocultos. La cosa va de agarrarse al poder cual koala y de aquí no me echan ni con agua caliente.

La foto en Colón acabó de eliminar a alguno que me caía medio bien. Me dejaron los vellos como escarpias, la verdad.

Y me planteo si pasando de votar estoy ejerciendo mi libertad, si no estoy decidiendo nada o he decidido no decidir. Me niego a pensar que esta situación, por común, es normal.

De Sánchez no voy a volver a hablar; de Iglesias, en fin pa qué; Casado y su despliegue argumentativo digno de un niño de primaria acomplejado y falto de empatía que nos descubre el misterioso mundo del útero. Muy fuerte todo. Rivera: yo te busco y no te encuentro. No sé dónde estás, aunque en Colón estabas. Ay. Con Vox me da vueltas la cabeza como a Bitelchús. Me dejo a alguien... Ah, sí, Garzón, hablando de políticas feministas y ecologistas. Normal, para machistas y cabroncetes ya están otros, pero devánate un poco más los sesos, porelamordedios.

Que yo te apoyo, que tú me das, que yo te doy. Mensajes ficticios, estudiados, posados. Mal posados. Incoherencia. La inspiración y el liderazgo brillan por su ausencia. Un político debería ser un flautista de Hamelín al que siguiéramos felices porque sabemos que nos lleva al lugar adecuado, no alguien del que sospechas continuamente. No hemos de esperar que gane el menos malo, el que menos robe, el menos tonto.

Votar por eliminación es terrible, porque además, en este caso, todos son eliminables. Quiero a alguien que brille, que me deslumbre, que me dé ganas de aplaudir como una loca y no de abuchear, que es lo que me pasa ahora mismo. Quiero mucha verdad, no solo un poco. Que todo sea verdad, disciplina, voluntad y trabajo. Quiero a alguien que nos quiera, que busque una recompensa honesta, no un trono, no un chófer, no un casoplón. Quiero a alguien con un objetivo claro y que sea de todos. Que se centre en eso y no en escupir a sus rivales. Quiero un aventurero. O una aventurera, que no estaría mal, por aquello de la variedad, la igualdad y esas cosas. Quiero a alguien con capacidades superlativas, que esté dispuesto a dejarse la piel por nosotros. Quiero sentirme orgullosa y no avergonzada. Quiero un valiente al que votar.