Al final el único procés real es uno de tipo penal: el de los golpistas. “Golpistas”, sí, que no es término técnico pero describe bien a Puigdemont, Junqueras et altri. Me remito a Kelsen. Los presuntos eran mayores de edad y estaban en sus cabales; deben atenerse a las consecuencias de sus actos. Tiempo han tenido para despertar de aquel estado de embriagada impunidad, cuando exhibían resoluciones de los tribunales como trofeos a su desobediencia, en franca mofa. La ley te alcanzará, insensato.

La opinión pública, grosso modo, tiene una idea bastante aproximada de lo que significan la división de poderes y la igualdad ante la ley. La interiorización de la democracia liberal es felizmente un hecho consumado en España cuando la Constitución cumple los cuarenta. Por eso el común entiende de forma natural y directa que esas personas deben ser juzgadas como cualquier hijo de vecino, que los delitos de los que se les acusa son graves, que las fugas de unos han condicionado la prisión preventiva de otros, que aconsejar o prometer indultos es premiar la deslealtad.

Sin embargo, luego opera la propaganda, con ropajes diversos. La propaganda interesada de los implicados; la de los que han vivido, viven y esperan seguir viviendo de ese malestar artificial e injustificado que el nacionalismo precisa como combustible. La propaganda de los directamente envenenados. La propaganda de unos socialistas que, más débiles que nunca, deben su extemporáneo gobierno a los golpistas.

Hay un lánguido abanico que va del Gobierno español a los comandos separatistas. (Sí, las fuerzas de choque del separatismo son lánguidas por dentro y eufóricas por fuera, pero ahora mismo no tengo tiempo para eso.) El extremo gubernamental del abanico asume el código de valores del PSC desde Obiols, que es un conjunto vacío. Hay un principio motor que lo justifica todo: maximizar el poder institucional. De él han vivido incontables inútiles. El Sánchez podemizado, peneuveizado y batasunizado es, por encima de todo, un ser icetizado, porque en la vieja doctrina del poder sin contemplaciones halla hoy su conveniencia el as de la aviación.

Habrá un juicio y será justo. Los demócratas aceptaremos la sentencia, sea cual sea, del mismo modo que antes nos abstuvimos de coaccionar a los jueces y a sus familias al modo separata. Y salvo cuatro monstruitos (freakies) de la extrema derecha y de la extrema izquierda, valga la redundancia, la comunidad internacional dirá amén porque la democracia española está entre las primeras del mundo. Vale.