Hay una imagen para la posteridad, la del pataleo histórico de Susana llamando a las calles. Hasta la fecha, las calles para Susana Díaz eran las de Triana en Semana Santa o las de un pueblo del Aljarafe cuando ella inauguraba un ambulatorio, un colegio público, cualquier edificio de ésos que tenían claraboyas y la distribución interna de un cuartel. Edificios que levantaba, siempre, un arquitecto de la cuerda.

Pero sí, ahora Susana Díaz se nos ha vuelto un mix entre La Pasionaria y Eva Perón. Susana siempre ha sido más de cañerías que de pancartas; quizá porque en el socialismo andaluz hay dos roles inmutables, o líder o militante, y así han pasado las cuatro décadas.

Este martes se ha visto a Mario Jiménez -hombre de la obediencia debida a Susana- en mitad de un coro y danzas a medio camino entre el 8-M y una romería de desocupados de martes. Se vio a Mario Jiménez a la sombra de un cartel que rezaba "Igualdad" y que le quedaba como a un Cristo dos pistolas.

Susana ya ha avisado a la militancia de que no quiere alternancia en la Junta a "cualquier precio". Porque la alternancia es o su hente o no será. La trayectoria vital de Díaz y del socialismo andaluz nunca ha sido de las más asamblearias, porque el granero siempre ha tenido sus privilegios. Y eso es memoria histórica, memoria histórica al Sur.

La imagen del PSOE más apparatchik a la intemperie, con pancartas y cacerolas, supone una instantánea que parecía imposible. El cambio andaluz debe ser hoy el ver cómo el socialismo orgánico pierde su pan y lo llora. Lo mismo le vale un pañuelo feminista que una alerta antifascista, pues Susana sabe que para fletar autobuses que vayan a bramar frente al Parlamento andaluz sólo es preciso descolgar el teléfono. Y que al otro lado del aparato haya quien esté y quien la espere desde una Casa del Pueblo.

El PSOE ha pasado a la oposición y están como sonámbulos, acaso porque nadie les dijo nunca que la democracia hay que ganarla con proyectos y con ilusiones renovadas. El PSOE-A tiene una bandera arcoiris que despliega en ocasiones especiales: el paso adelante de Susana en IFEMA, el mitin de fin de campaña... y esta semana la han sacado a cien metros de Moreno Bonilla.

La rabieta del socialismo es el sino de los tiempos. No hay que descartar que Susana acabe abanderando un feminismo antifascista. Así, como Dios buenamente le dé a entender.