Arden las calles. Arden como en aquel Bilbao de los 80. La gente se aburre y más que independencia o más que República -que también- quiere esa mezcla de adrenalina, con una vaga causa, que es lo propio de los CDR desde que nacen hasta que maduran y caen en la cuenta de que fueron jóvenes y pastoreados.

Los CDR fueron bendecidos a apretar. Y aprietan, aprietan, porque saben de la responsabilidad histórica de la gasolina. Disfrutan rompiendo los peajes, cual guarro en la charca. Es una forma de pasar la tarde, como cualquier otra. Como el que estudia oposiciones y el que tiene adoptado un simio. 

Los tumultos indepes son más de salir en El Caso que en The New York Times, y cada noche un barbilampiño se doctora en gamberradas. El movimiento ni es pacífico ni es movimiento; es el ejemplo de las redes sociales usadas para la violencia.

Ahí queda el escrache a Valls como hito de este fenómeno que se ha institucionalizado en la Cataluña de los comedores cerrados. 

A los burguesitos de Lledoners, ahora en huelga de hambre por hacerse un martirio entre tanto algodón y tanta colonia, les perjudica el brazo armado por eso de la fotografía para la posteridad. Pero ocurre que nadie ha visto jamás a un golpista pacífico, ni ahora ni nunca. Aunque a ellos les hace falta reivindicarse en su cómodo presidio, ahora que Europa ya se ha cansado de una épica cateta, monotemática, y los burguesitos de Lledoners salen del foco. 

Mientras huele a goma quemada, a niño que llora, a sudor retestinado y a Bachillerato doctrinario de la Gen.cat, nos sale Torra de nuevo con la vía eslovena; el espíritu de la cosa va en homologar con la Historia lo que es un despropósito cañí. 

En todo caso, ya hay un estado de guerra en Cataluña, y quien diga de defender el espacio público -con el Ejército o quien corresponda- es poco menos que un agente de Vox. Pero Cataluña está como está, y cuando oscurece no es aconsejable pasar por delante de un edificio público con los hijos ni llevar una pulserita de España, o que ellos crean que es de España. 

La violencia en Cataluña existe, pero porque es la única región donde los encapuchados tienen prestigio social. De ahí que estas 'barras bravas' pijas tengan ya su mecánica y su jerarquía. Ahora  -lo cuenta EL ESPAÑOL- son los 'Bandera Negra' los que más revientan las calles, y habrá que tenerlos en cuenta.

En Cataluña la falta del Estado se ve en que hay más CDR que champiñones, que de hecho ya actúan como células independientes en el esfuerzo de fer país en la puerta de un peaje.

El borrokismo se ha extendido y es ahora el interlocutor del procés.