Quizás en otras circunstancias, las noticias, atroces, que llegan sobre Arabia Saudí y Venezuela, hubieran sido una bofetada de realidad para todos aquellos que insisten en proclamar que España es una dictadura.

Se amontonan los indicios, por ejemplo, para creer que el periodista Jamal Khashoggi, crítico con el régimen saudí, fue descuartizado vivo en las oficinas del consulado de su propio país en Estambul. Mientras hundía la sierra, el carnicero se puso música con auriculares para sobrellevar mejor los alaridos de la víctima. Tenía experiencia en estos menesteres.

Una semana después de la desaparición de Khashoggi, el dirigente opositor venezolano Fernando Albán se precipitaba a la calle desde un décimo piso. Acusado de conspirar contra el régimen de Maduro, había sido llevado al edificio más blindado de Caracas: la sede del Servicio Bolivariano de Inteligencia.

La versión de la Policía política chavista es que hubo suicidio. Gana verosimilitud, en cambio, la creencia de que a los agentes se les fue la mano en el tormento y, ya cadáver, Albán fue lanzado al vacío por una ventana. El asfalto se encargaría de borrar las huellas

Quizás en otras circunstancias... Hoy no es fácil que resplandezca la verdad.

Un diputado de ERC, profesor de ESADE, responsable en su día de Universidades de la Generalitat de Cataluña, acaba de afirmar que si España no perteneciera a la UE, el Estado habría tenido ya la tentación de "fusilar" a los presos independentistas.

Un destacado dirigente de la Crida, el partido único que pretende levantar Puigdemont, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Barcelona, poeta, director durante un tiempo de la Escuela de Administración Pública de la Generalitat, otra persona respetada en su ambiente, ha lamentado las "ingenuidades" del nacionalismo catalán, determinado a alcanzar la independencia "sin un solo muerto", requisito que implica dilatar en el tiempo la consecución de ese objetivo.

Me niego a admitir que los crímenes de Khashoggi y Albán no contribuirán a desenmascarar la mentira, ésa sí, la gran dictadura de nuestro tiempo.