Torra ante los CDR, con la chaqueta institucional con lamparones patrióticos, ligeramente descolocada cuando la noche ya había caído sobre Cataluña. Con gesto cansado del que han llamado traidor, autonomista, conforme iba pasando el día del aniversario del día de la infamia. Cierto que al día siguiente, el 2-O, le dio un mes de plazo a Sánchez para que convocara un referéndum, y a algunos nos pareció una eternidad y un fiarse muy largo el aguante del Gobierno que nos queda.

La rosa de foc ardía el domingo. Torra les pidió antes apretar a los CDR con esa edad y esa complexión de quien sabe que no está para botar sobre los coches pero sí para coaccionar un Gobierno en Madrid que ya está muerto. Torra tiene esa facha de héroe cansado al que se le ha descolocado el mundo y un familiar borrokat le ha perdido el respeto en los postres.

Esto de los CDR es el claro ejemplo de que la juventud se aburre y le hace falta una buena mili en el Bruch o en Melilla, por cambiar de aires. El CDR tipo cree vestir como un abertzale bajo las palmeras, gasea los esprays de ácido o de colorines con un gesto ciertamente afectado, quiere pedir la República catalana y se acaba conformando con apedrear dos coches y sentarse en las vías del AVE. La violencia de los CDR son las criaturas de Torra que ahora se ciscan en el padre, que siempre los revolucionarios han salido de morder la mano que les da de comer. Acaso porque Torra, cuando tenía edad de CDR, era más de esa mentalidad mediopensionista de subir al Pirineo en sábado e irle con flores a María los domingos. Cada uno tiene su aquel, pero ni corriendo delante de unos mossos, flojones y de la cuerda, vemos corriendo a Torra.

El 1-O de 2018 hubo violencia en Cataluña y Quim Torra instó a ella con esa precipitación de quien sabe que pierde el cortijo. Ábalos no escuchó esa llamada de Torra al vandalismo, pero es lo que tiene andar de taxi en taxi y de beato santificado por parte del gremio taxista. Las horas después del derecho consentido al pataleo, el procés se nos puso en modo morcillón, violentado los festivos y hecho un cristo entre semana. Quim Torra lo sabe y templa gaitas como puede, con las gafas torcidas, la media sonrisa y la chaqueta presidencial deslavazada que hemos descrito. Su presidencia ya va con la mancha de tener una edad provecta para ser un útil CDR, y de ahí su ultimátum a Sánchez de 30 días. Un mes a Sánchez de plazo, sin embargo, es una eternidad que pagaremos los de siempre.

Que Dios los ampare y un 155 nos bendiga.