Los millennials creerán que me lo invento, pero hubo un tiempo en que Arcadi Espada fue uno de los periodistas más reverenciados de El País. Ahora, los lectores de El País consideran facha hasta a Javier Marías, un socialdemócrata de manual. Los que se han movido son ellos, no Marías o Espada, que están donde han estado siempre: en la democracia. El populismo es el nuevo socialismo y ya hasta sorprende ver a Félix de Azúa escribir en El País cuando hace apenas diez o doce años era imposible imaginarlo en otro diario.

Suele decir Francisco Marhuenda que el 80% de los periodistas de este país son de izquierdas, incluso dentro de los periódicos de derechas. Se equivoca Marhuenda: el porcentaje debe de rondar el 90% o el 95%. Cuando escribí esto en Twitter, un amigo me recordó el caso de Arsenio Escolar, que acusaba a la prensa española de “venderse” al capital mientras dirigía un diario en reestructuración, acribillado por los EREs y con parte de la plantilla por debajo del mileurismo.

Ese sí es un libro interesante que jamás escribirá nadie. La historia de los ex de El País y de lo que hicieron estos con los finiquitos que les cayeron tras su salida del diario. Aunque ya se lo resumo yo: menos socialismo redistributivo, de todo.

El izquierdismo de las redacciones españolas no fue un problema mientras el PSOE se mantuvo, durante los primeros años de la Transición, dentro de los márgenes de la democracia liberal. Pero la cabra tira al monte y el PSOE al frentepopulismo: sólo hizo falta que apareciera un partido predemócrata en línea con algunas de las tiranías más brutales de este planeta para que las leyes de la envidia empujaran al socialismo democrático, ese oxímoron, hacia la periferia del Estado de derecho. Que es por donde ahora se mueven Sánchez, Calvo, Ábalos, Lastra o Batet en dura competencia con Echenique, Puigdemont, Iglesias, Colau y Monedero por el voto del único franquismo verdaderamente existente en 2018: el de la izquierda nostálgica del dictador.

Abierta la veda y destapado el tarro de las esencias del socialismo, es decir las liberticidas, era cuestión de tiempo que las redacciones se lanzaran a la caza y captura del discrepante. Empezó la redacción de El País hiperventilando tras la publicación de un artículo moderadamente crítico con un asesino en serie de niños, mujeres, gays y prisioneros desarmados llamado Ernesto Guevara.

“Nuestro diario”, decían el otro día algunos trabajadores de El Mundo antes de pedir la censura de los artículos de Arcadi Espada. Parece que a esos trabajadores les molestó la “grosería” de las palabras polla y mariconazo. Luego hablaban de la “deriva ideológica” del diario. ¿En qué quedamos, entonces? ¿Espada molestó por grosero o por derivativo ideológico?

Como catalán, por cierto, me suena ese erigirse en representantes del todo cuando se representa a sólo una parte. También el nacionalismo habla de “todos los catalanes” cuando se refiere sólo a los independentistas o chilla “las calles siempre serán nuestras” antes de llenarlas de tíos desfilando marcialmente con antorchas. 

Dudo mucho que algún día me llamen para escribir en El País, eldiario.es o Público. Pero no he escrito en ningún diario supuestamente “de derechas” que no acogiera en su redacción a unas cuantas docenas de periodistas cuyo espacio natural no es ya La Marea o rebelion.org, sino el Gara o Pikara Magazine. Y mira que he leído tonterías. Algunas de ellas, con balcones a la calle. Pero jamás he pedido la censura o el despido de según qué colaboradores. No ya por modestia (¿quién cojones soy yo para pedir eso?) o porque sea consciente de que un diario no es una democracia sino una empresa en la que manda su director, sino porque he entendido las libertades de expresión y de prensa bastante mejor que muchos de los que se erigen en sus fieles guardianes.

Algo a lo que, por cierto, contribuyó Arcadi Espada esforzándose por desasnarme durante sus clases de la facultad de Periodismo cuando yo era sólo otro replicante progresista atiborrado de superioridad moral. Cuando se habla de la labor higiénica que realizan algunos periodistas, sé muy bien a qué se están refiriendo: a mí, Arcadi Espada casi me arranca la piel a tiras a base de frotar roña ideológica. Pero ahora soy periodista y no firmo cartas contra mis compañeros. No por compañeros, puesto que aborrezco el gregarismo y hasta los ménage à trois me parecen comunitarismo, no les digo ya una carta colectiva o un editorial único. Sino porque les concedo la misma libertad que exijo para mí. Así que gracias.