España es ese teatro plural, una nación cachonda en posgrados, sin sentido de Estado y que ni Dios se explica cómo se mantiene en pie. Bajo este sol y estos llanos han crecido Lorca, Goya, Iniesta, Ramón y Cajal, Ortega, pero también Dulceida y Gabriel Rufián. El mundo esperaba el encuentro cataclismático y se produjo: Aznar y Rufián bajo el mismo techo. (Lo de Iglesias fue intensito, más de lo mismo y sin gracia). Encendí el televisor y los vi.

Rufián, claro, hombre/anuncio de todas las causas: incluso de las que ni él mismo entiende. Podíamos hablar de la vuelta de Aznar a los telediarios, pero el diputado de ERC sabía que la comparecencia de Aznar era el momento dulce para liar la pajarraca. Desde que llegó el Doctor Sánchez a establecer por decreto-ley el bandazo y hacerse autohomenajes con la crema de la intelectualidad (los javis), la estrella de Rufián andaba en franco retroceso. Necesitaba Rufián la chispa adecuada y quiso aprovechar que el Pisuerga pasaba por Valladolid y Aznar por el Congreso.

Después el de ERC saldría escaldado, pero las crónicas contarán que se enfrentó a un Miura. De Castelar a Rufián hay toda una literatura parlamentaria donde desde el ser de España a forocoches cabe todo. Rufián cree que es nuevo en su speech, aunque quizá ignore -o quiera ignorar- que está en su partido como diputado/cuota/charnega. Es el ejemplo de que el supremacismo cristiano y beaturrón de Esquerra acoge a todos en su seno. Sólo así puede Rufián florear sus numeritos, que son anacrónicos, que parece que tienen un mensaje y que en el fondo no lo tienen ni lo tendrán.

Al final, como sostiene Magnífico Margarito, Gabriel Rufián no deja de producirnos esa ternura infinita que nos infunden todos los bocazas con pocas lecturas que, desde que existe Twitter, han descubierto el Mediterráneo. A Rufián y Celia Villalobos bien les vale un Supervivientes, pero tampoco voy a dar ideas televisivas que no cobraré.

Con el tema de la boda de la hija, Aznar demostró que está en forma física y metafórica. Claro que frente a Rufián tuvo que ser la parte seria del sketch. Quiero decir que Rufián fue y se desmontó solo, pero que hay Rufián para rato y sus causas de baratillo.

Yo no sé qué será de España de aquí a que Sánchez se saque del sobaco un ministerio del Apocalipsis. Lo que sí sé es que esta expresión de Aznar, en plenas facultades, vale para serigrafiarla en letras de oro en donde haya que estudiar cómo desmontar a un demagogo -Rufián- venido a más: "Ya que se ha interesado tanto en mi biografía, ahora no tengo gato. Pero tuve uno de pequeño y tres mientras estuve en la Moncloa".

Eso.