“¿Me está diciendo que aquí yo hago propaganda?”, hipaba, incrédula, la presentadora del TV3, a la que nunca nadie había puesto los puntos en directo. “Cada día”, contestaba, impávido, Albert Rivera. El vÍdeo en el que el líder de Ciudadanos denunciaba en directo la constante manipulación de la televisión pública catalana, corrió como la pólvora. Medio millón de visitas tenía el que colgó la propia TV3.



Y mientras veía (más de una vez, lo confieso) el corte de marras, pensaba en otra tele, la española, la tele de todos, que vive su época confusa en el trimestre I del presidente interino (me parece que a Sánchez no se le podrá contar por años). Se colocó una administradora temporal y empezó un baile que puede competir perfectamente con el que siguió otras veces a un cambio de color en el gobierno.



Ceses, despidos fulminantes, recolocaciones, programas cancelados sin aparente motivo, y un montón de profesionales (de todas las escalas de calidad) protagonizando el día de la marmota en el que ya se sabe lo que va a pasar: que te haya llamado Perico es suficiente para que te eche Manolo. O Manola. ¿De verdad los treinta colaboradores a los que se despidió de RNE son todos tan malos que no tienen sitio en esta etapa?



¿De verdad hay que colocar a un presentador experimentado como Sergio Martín en un programa que se emite los sábados a primerísima hora de la mañana? ¿En serio hacía falta llevar a una presentadora que conducía con éxito un informativo al mismo puesto en el que estaba hace 12 años? ¿No huele a humillación, a persecución, a purga, a un “ahora os vais a enterar”? ¿No suena esta música a la música de antes, a la de la llegada de Aznar, de Zapatero, a la de la llegada de Rajoy? ¿No habíamos dicho que queríamos otra cosa para la radio y la tele que pagamos todos? Lo más increíble es que en el Congreso hay 17 expertos inmersos en la realización de un concurso público para designar al nuevo equipo rector de la Corporación. Entonces ¿a qué están jugando?



¿Tiene sentido hacer tantísimos cambios cuando el nuevo presidente, elegido por consenso, debería llegar en unas cuantas semanas? ¿No sería más lógico que esa persona tomase sus decisiones sobre las altas y las bajas de profesionales? ¿Toda esta razzia no es una falta de respeto a los especialistas que están trabajando para encontrar a un profesional que eche un capote a nuestra televisión? ¿Hemos peleado un concurso público para que quienes pasan por la Corporación como interinos estén firmando despidos como firmaban autógrafos las estrellas de rock? Me digo a mí misma que esperaba otra cosa. Pero entonces recuerdo que detrás de esto está la figura de Sánchez Castejón, y me doy cuenta de que todo encaja. Así que corrijo: no esperaba nada.