Se acercan días tristes en Cataluña, días que debieran ser de luto y no de esteladas. Toca aguantar que Torra orqueste escraches a la Constitución.

Habrá que recordar que, aquel día en que pepealvarez.cat y el otro sindicatomayoritario.cat apoyaron el "derecho a decidir" en Cataluña, hubo chasquido ideológico en el pluripaís. Toda la España digna y ugetista -o de Comisiones- rompió su carnet respectivo, lo cual fue un gesto subversivo, íntimo y doloroso. Se rompieron carnets en los astilleros de Gijón y los de Cádiz, al unísono.

El día de los carnets rotos, los liberados no supieron ni quisieron explicar la razón de aquel suicidio del sindicalismo. Desde entonces ha pasado el tiempo, y el sindicalismo va viendo que Puigdemont y Torra, esos supremacistas que nos definió el fin de semana Garci, no estaban por la lucha obrera en general. Ni por la conciliación en particular.

Ocurre, no obstante, que al sindicato hermano del PSOE le fascina la doctrina llorona de los presos y las crucecitas. Los golpistas detenidos le han comido la tostada y el relato al ugetismo catalán: ahora están con los presos y ya no abogan -por cuestiones obvias y pragmáticas- por el referéndum por narices. Lo dijo Josep/Pepe Álvarez en el día del 130º aniversario de la fundación de la UGT, en Barcelona.

Huelga decir que con la fuga de empresas el sindicalismo ya no tienen ni obreros que movilizar ni patronos a los que pasar por el aro. Lo fundamental es que Álvarez, agente social, quiere a los presos en la calle y contra eso hay poco que hacer.

La Historia va dejando al sindicalismo en los arcenes, y sus prioridades, de dudosas, han evolucionado a cabreantes. Anótese que en UGT también están con el feminismo cuando el feminismo ha sobrepasado -y hace mucho- el corsé de aquellas siglas que tienden a casta sindical.

Después habrá extrañeza por las bajas de afiliados, o porque ni Cristo quiera ya pagar las cuotas. Pero hace ya tiempo que un gestor fiscal/legal/laboral cumple las funciones de un sindicato por un módico precio.

El verano nos ha difuminado esta caricia a los indepes de una UGT que sí, sí que ha traicionado a la clase obrera. Que Josep Álvarez -asturiano- nos venda a los Junqueras y tal como víctimas, nos hace dudar de sus aptitudes para negociar cualquier convenio colectivo.