Hay sucesos que dejan al descubierto lo peor de una, que desatan los instintos más bajos y eliminan cualquier atisbo de educación o de saber estar. Todo eso me pasa cada vez que leo una noticia relacionada con alguno de los energúmenos de La Manada. La última: el energúmeno Ángel Boza ha intentado robar unas gafas en El Corte Inglés y en su huida ha atropellado a dos guardias de seguridad.

La primera reacción ¿lógica? sería plantearse cómo alguien que se halla en libertad provisional puede cometer tal gilipollez. Pero es que esto es otra liga, señores, la de la psicopatía y la hijoputez supremas. Algo que, afortunadamente, el común de los mortales no somos capaces de asimilar.

El psicópata no siente empatía, compasión o inhibición de sus deseos. Lo que viene siendo un pedazo de cabrón de toda la vida de Dios. No todos los psicópatas son asesinos en serie. Algunos solamente maltratan, violan o roban.

Qué majos.

Suponemos que el energúmeno psicópata de marras aducirá que las gafas no le manifestaron con la debida precisión que no deseaban ser robadas, y que los guardias no le expresaron claramente su voluntad de no ser atropellados. Seguramente el coche estaba ahí, pasivo perdido, sin oponer resistencia alguna y con ganas de jolgorio, ya que su dueño acababa de recuperar el permiso de conducir. Había que celebrarlo. Normal, pues, que el energúmeno no comprendiera que eso no se toca, eso no se hace.

Boza acusa al guardia de abalanzarse contra su vehículo. Machote, la estadística juega en tu contra: que un chorizo como tú atropelle es mucho más probable que el superheroísmo kamikaze de un segurata.

No es posible revocar su libertad provisional por este desliz, ya que no está relacionado con la agresión sexual, pero parece que sí le pueden meter en la cárcel por robo. Y me planteo que, si por lo de los Sanfermines le han condenado a nueve años, pero está por las calles haciendo de las suyas; por las gafas le caerán tres días y ni olerá el calabozo, eso si tenemos en cuenta aquello del principio de proporcionalidad de las penas que estudié yo en la facul en los noventa, y que no me queda claro si sigue en vigor.

También es confuso para mí y para mi sentido común el hecho de que la reincidencia solo se aplique en el caso de repetir el mismo delito. O sea, tú violas, pegas una paliza, conduces borracho y atropellas, ¿pero no eres reincidente a no ser que cometas dos veces cada barbarie? Me lo expliquen, por favor.

Ay, que resulta que el energúmeno ya tenía antecedentes de robo con fuerza y conducción con borrachismo incluído y, además, el ratillo que estuvo en la cárcel le dio para arrearle tremenda paliza a un agresor sexual. Todo muy raro, dado que si el chaval siente el deseo imperioso de vengarse contra esos bicharracos malnacidos, lo tiene la mar de fácil propinándose cabezazos contra la pared o martillazos en un dedo.

Curiosamente, el apaleado era musulmán y me da a mí que este detallito tiene más que ver con las hostias que le calzaron, llamadme malpensada.

Teniendo su historial en cuenta, y viendo que el energúmeno va para arriba y para abajo a su libre albedrío, me huelo que a este no le cae ni media hora de prisión, vaya por Dios. Quizás funcione como atenuante el hecho de que el energúmeno sea un portento literario que escribe delicias poéticas tales como Llevamos burundanga? (...) Tengo retinoles tiraditas de precio. Para las violaciones.

Y, ojo, que por aquí entendemos perfectamente que los jueces aplican el Código Penal sin demasiada capacidad de improvisación, pero que digo yo que la normativa debería renovarse en beneficio de la comunidad e incluir tipos penales nuevos. Junto al homicidio involuntario y la omisión del deber de socorro podrían aparecer la hijoputez suprema, la cabronada infame y la maldad inmensa. Y cadena perpetua, chimpún. Básicamente porque hay personajes que mejor tenerlos bajo llave, por aquello de la paz mundial.