Ya no se puede juzgar a las mujeres por su físico, pero por fortuna a los hombres todavía sí. Digo “por fortuna” porque me viene al pelo para hoy, en que en Moncloa se espera un duelo ante todo estético: el guapo Pedro Sánchez vs. el feo Quim Torra. Cualidades que en este caso se acomodan al ideal platónico: la belleza se corresponde con el bien y la fealdad con el mal. Sé que es maniqueo, pero esta es una de esas veces en que la realidad se pone maniquea a tope. Con el 23-F pasó lo mismo.

En El bueno, el feo y el malo se decía solo bueno donde se quería decir también guapo, algo que se mantiene en Sánchez. La fealdad y la maldad se repartían entre dos sujetos, quizá porque los guionistas quisieron hacérselas más llevaderas; en nuestra película, en cambio –tal vez por problemas de producción, o porque la vida es más implacable que el cine–, ambas quedan sintetizadas en uno solo: Torra. Como ya ocurrió en la inauguración de los Juegos del Mediterráneo en Tarragona, en el encuentro de Moncloa veremos que el supremacista es aquel que intenta llegar con su ceporrismo allí donde no alcanza con su aspecto.

Solo cabe esperar que en el diálogo entre el feo-malo Torra y el guapo Sánchez, este no sea el bueno solo por defecto sino que se comporte verdaderamente bien. Su difícil equilibrio moral (su “funambulismo”, lo ha llamado alguno) quedó evidenciado el viernes cuando la ministra portavoz Isabel Celáa dijo, a propósito del contraste entre la limadura de asperezas del Gobierno con los independentistas y su impugnación ante el Tribunal Constitucional de la moción aprobada en el Parlament el jueves: “Esta impugnación la hacemos en defensa de la Constitución y del Estatut; la legalidad va por un camino y la política por otro”. La última frase es un pelín inquietante, puesto que en un Estado de derecho la política no puede saltarse la legalidad; pero en tanto que el recurso a esta se traduzca también en hechos, habrá esperanza.

La gran novedad aportada por el sanchismo ha sido, no en vano, cosmética: todo es más bonito y moderno que con el PP. Esto es frívolo, y quizá injusto, pero así es como se ve. Si la pasividad de Rajoy dejó en evidencia a los independentistas porque estos se expresaron con plenitud, el buen rollo de Sánchez los dejará aún más en evidencia porque quedarán definitivamente como antipáticos. Siempre que Sánchez sepa cortarles el rollo cuando llegue el momento y no haga concesiones inaceptables. ¡A ver qué pasa hoy!