Regreso a casa en la mañana del domingo tras visitar la exposición de Brassai en la fundación Mapfre. Nacido en Rumanía en 1899, Brassai se trasladó a París a los 25 años y vivió con la ciudad una larga historia de amor que se refleja en sus fotos, parte de las cuales pueden verse ahora en Madrid. En ellas se retratan las noches de lujo en Maxim's, los puentes del Sena, los burdeles de Montmartre o las parejas de enamorados en los cafés.

Gracias a Photoespaña, Madrid es en estos días el paraíso de los amantes de la fotografía, que pueden recorrer la ciudad saltando de una exposición sublime a otra: de los maestros de la agencia Magnum en la Fundación Telefónica a la nostalgia glamurosa de Cecil Beaton en la Fundación Canal, de la fotografía rusa de la Fundación Lafuente en el Círculo de Bellas Artes a los premios de la Fundación Enaire en la sede del Instituto Cervantes.

Estos días araño el tiempo que no tengo para pasarlo delante de tanta belleza congelada y me pregunto qué hecho yo para merecer tanta felicidad: la de vivir en Madrid en estas semanas en que la ciudad estalla en relámpagos de magnesio y nitrato de plata. Este martes se inauguró en el Reina Sofía una muestra dedicada al grupo Afal. La exposición, en la que hay obras de Alberto Schommer, Ricard Terrè, Leopoldo Pomés o Julio Ubiña forma parte de la colección Autric Tamayo que sus propietarios han donado al MNCARS para enriquecer sus fondos. Reunida durante veinte años, la colección de Charo Tamayo y Adolfo Autric es una selección fastuosa de la mejor fotografía española del siglo XX, y ha pasado ahora a ser patrimonio de todos. Puede no haber una ley de mecenazgo, pero por suerte hay hombres y mujeres con la generosidad intacta que eligen desprenderse de lo que es suyo para que sea nuestro.

Henri Cartier Bresson decía de los fotógrafos “somos testigos de lo efímero”. Yo diría más: son notarios de la realidad. La historia se cuenta de otra forma desde que existe la fotografía. ¿Entenderíamos igual la guerra civil de no haber visto herido de muerte, una y mil veces, al miliciano de Robert Capa? ¿Habríamos comprendido el horror de de Vietnam si el fotoperiodista Nick Ut no hubiese retratado a una niña desnuda achicharrada por el napalm? La fotografía es un arte singular capaz de hacer eterno cualquier instante, de conservarlo para siempre, de recordarnos que fue real.

Así que, si están por Madrid estos días, disfruten de esta fiesta.