Hablé aquí hace una semana de cómo habían proliferado los negocios de uñas policromadas y acabadas en punta como garras de rapaz, y conté cómo una de las propietarias hacía todo tipo de gestos para moverse con facilidad frente a la pantalla de móvil. Gestos cercanos a la prestidigitación que ya quisiera para él el mago Pop. Supuse que alguna lectora, o lector, llevaría ese tipo de manicura. Repito, mi admiración. Mi aplauso ante la facilidad con la que os movéis por la vida. Pero me abrió otra duda. Escribir es como comer cerezas, quieres coger una y esa trae consigo otra y otra más.

En la puerta del negocio ponía Nails. Nails es uñas en inglés. No sé el porcentaje de británicos que pasan por mi calle y necesitan darse un barniz. Con lo cual, pienso rápidamente: lo pondrán porque el inglés queda más cool. ¿No? Es un must. Vamos, un top. El amazing world de lo can’t wait. No worries, guys.

Las lenguas son seres vivos que crecen, que asumen otros vocablos, que se impregnan de novedades, el uso las modifica. Bien. Hasta ahí estamos de acuerdo. Sin embargo, observo con atención que la mayoría de las veces el uso es por gilipollez. Mera tontuna de nueva ola. Habiendo expresión castellana, optamos por la extraña. Así quedamos más in. Yo mismo estoy haciéndolo a propósito para que se vea la necedad del uso.

La edad no disminuye la sorpresa y uno sigue quedándose patidifuso. En shock, vamos. Tal es así que me vi obligado estos días -había una avalancha tuitera a cuenta de un programa televisivo- a buscar el significado de crush y de shippear. Ni que decir tiene que todo tiene versión española, pero así andamos. Volví a las redes y me entregué al entretenimiento de lo cursi. Last day en lugar de último día. Amazing en lugar de asombroso. What a beautiful day por qué bonita la vida. Planning Projects, preparando proyectos. Back in Madrid, de vuelta en Madrid. O weekend mode. Podría seguir copiando frases que trufan los pies de fotos de Instagram.

Si yummy -ñam, ñam- era la que encendía todas las luces de la bobería hasta hoy, la cosa ha cambiado. Mi fascinación ha empezado a crecer con el uso de my new babies. Veamos. El ciudadano consumidor se compra unas zapatillas y las muestra, -cosa muy siglo XXI, sin problema. Show off-, y en lugar de decir “mis nuevas zapas” escribe lo dicho arriba: babies.

Toso para seguir escribiendo. Toso porque me entra risa. Risa floja. Ese tipo de risa que nace en la tripa, sube al pecho y acaba en el paladar. Sobre todo porque las babies son zapatillas, pero como zapatillas debe oler a rancio, a suela, a piel y a cordones, escriben ¡sneakers! O peor, trainers. Me puede la vida. Os lo digo en serio. Me recuerda a aquello tan antiguo y tan moderno que colocaban en las peluquerías de mi pueblo: “se hace las misanplís”. Yo, llegado a esta línea, me voy a hacer un bloodymary. Por favor.