Desde que me dijeron que el largo adiós de Paco Camarasa había llegado a su fin he estado buscando la palabra que más se ajustara para definir a alguien tan extenso, tan inabarcable, tan poliédrico. La verdad es que no creo que exista tal palabra. Él fue tantos personajes que resulta imposible reducirlo a uno. Pero voy a intentarlo y me voy a quedar con el que creo que a él más le hubiera gustado: librero, a secas. Y elijo éste y no otro de los que le hubieran ido como anillo al dedo guiándome por las palabras que el propio Camarasa, valenciano del 50, dejó escritas en el prólogo de su Sangre en los estantes: “Soy un divulgador, un agitador, un prescriptor; un librero, que es el mejor divulgador, agitador y prescriptor que puede haber. El librero es un transmisor privilegiado”.

Cuando el cartero llamó por primera vez a su puerta –fue en septiembre de 2016 pero lo hizo público en junio de 2017 al hablarnos de su mieloma múltiple acompañado de una insuficiencia renal aguda que le iba a obligar a tomarse unas pequeñas vacaciones para que le hicieran un autotrasplante de médula– escribí en esta misma sección que Paco Camarasa era el jefe de lo negrocriminal, el que devolvió al género la literatura que sólo los incultos le negaban, el que más sabía de asesinatos y asesinos imaginarios, el que más amaba esto; también el que nos mataba el hambre a base de mejillones y lecturas compulsivas en su garito –Negra y Criminal, la librería que durante casi 13 años engrandeció el género– de la Barceloneta y el que, con sabiduría y paciencia, nos abrió los ojos y el conocimiento a mil y un escritores desconocidos hasta que nos obligó a disfrutarlos.

Echaré de menos los mail que desde cast@negraycriminal.com nos enviaba cada equis días para hablarnos, a mí y a muchos, de los nuevos descubrimientos y también de las reediciones de los de siempre. Vivió enamorado de los libros y de su mujer Montse Clavé –la mitad de sí mismo, la mitad de su obra y de su vida–, entre las paredes y los recuerdos de su librería asesinada –palabra de Jacinto Antón– devorando todo lo que caía en sus manos, bueno o malo daba igual porque todo lo leía para él y para todos nosotros, desenmascarando a los malos y salvando a los falsos culpables. De todos lo sabía todo.

Desde finales de enero dejé de recibir sus lecciones por correspondencia. Me temí lo peor hasta que el pasado 24 de marzo me entró en el correo la que a la postre sería su última misiva. “Como muchos y muchas de mi generación” –decía– “aprendimos a leer con los tebeos. Que muchas veces ni comprábamos. Los alquilábamos o los intercambiábamos. Era la época de la radio, no había televisión. Después fuimos creciendo, y los tebeos nos parecían ‘cosas de niños’. Entonces, descubrimos los colores de las distintas portadas de la Colección Austral Espasa Calpe. Cada color indicaba un tema. Ahí encontramos, con aquella letra minúscula, a Stevenson, Defoe y tantos otros. Soy lector, gracias a aquella colección. Por ello cuando Sangre en los estantes ha sido editado por Austral, me parece un sueño. Y quiero compartirlo con ustedes”.

El sueño eterno de Camarasa se hizo realidad poco antes de dejarnos y yo también quiero compartirlo con ustedes. Austral publicó su libro, su enciclopedia negra, manual obligatorio para todo el que quiera saberlo todo. Releo y hago mías las últimas líneas de Sangre en los estantes: “Compruebe la riqueza de lo que se está escribiendo en el género negrocriminal. Aquí y ahora. Decir que siempre escriben lo mismo, que todas las novelas se parecen es, simplemente, una necedad”.

Tengo que decir que siento una admiración sin límites por él aunque apenas le conocía, que nos hemos visto dos o tres veces y hablado por teléfono unas cuantas más. Que casi todo lo que sé de este personaje sin novela es por su obra de tantos y tantos años, por lo que dicen de él quienes mejor lo conocían y por su pasión, compartida pasión, por la gran literatura negra. También nos han unido los mejillones en escabeche y Bogart. Él tenía uno a sus espaldas hasta el último día y yo lo sigo teniendo.

En el taxi de Carlos Zanón resuenan una y otra vez sus conversaciones interminables. Éste, que le sustituyó al frente de BCNegra y que cree que el valenciano no tiene repuesto, escribió este lunes lo que el librero le dijo en cierta ocasión: “'Los de enfrente eran más fuertes, más ricos y más crueles. Pero ellos no tenían libros…' De alguna manera nos hizo creer en eso. Y sólo por esa mentira ya valió la pena haberle conocido”. Lo mismo digo.

Saludos negrocriminales y buena lectura, Paco.