Uno de mis géneros literarios preferidos es la ciencia ficción independentista. Lean uno de sus últimos éxitos de ventas.

Yo se lo traduzco: Asistentes al Mobile World Congress muy molestos esta mañana cuando al aparecer Felipe se ha formado una barrera de seguridad, cortando el paso a reuniones y conferencias. Un señor coreano, con lazo amarillo, decía "¿no le quedó claro ayer que no le quieren?". Un éxito más de la Marca España

El "señor coreano" que recién aterrizado en el Mobile World Congress se declara independentista de lazo amarillo, republicano de los del himno de Riego y catalán de ocho apellidos mientras canta Els Segadors con acento de Seongnam se une a ese multitudinario panteón de personajes en el que ya militan el taxista marroquí que transporta gratis a los catalanes independentistas, la murciana emigrada a Cataluña que halaga la buena disposición lingüística de los catalanohablantes, los grupos paramilitares llegados en masa desde Europa del Este para aporrear ancianas o el niño que llora aterrorizado ante la perspectiva de que los jueces metan en prisión a sus padres

Traduzco de nuevo: Mi hijo se ha puesto a llorar durante la cacerolada porque se pensaba que nos podrían meter en la prisión por hacerla. Qué mierda de país nos está quedando cuando un niño de siete años tiene miedo de que encierren a sus padres por aporrear una cacerola.

Una de las particularidades de la ciencia ficción independentista es que sus mayores éxitos de ventas son replicados de inmediato por decenas de sucedáneos que intentan aprovecharse de la fama del original. Generalmente, esos sucedáneos suelen carecer de la calidad del primero y se limitan a repetir los elementos centrales de su trama.

Traducción: Mi hijo (3 años): Mamá, ¿y a nosotros cuándo nos encerrarán en la prisión? En esto se ha convertido nuestra vida

Observen cómo a la trama del original se le añade una dosis extra de dramatismo para compensar su evidente falta de originalidad. Ahora el niño ya no llora frente a la posibilidad de que metan a sus padres en Estremera, sino que da por hecho que tanto él como sus padres acabarán entre rejas y se limita a preguntar la fecha del ingreso en prisión

A veces, sin embargo, el sucedáneo añade un elemento de interés a la obra que le confiere una dimensión extra

Traducción: A mi hijo no le he hablado nunca de política y el otro día me decía que mejor no llamar a la policía si pasa algo porque quizá nos peguen. No viven en una burbuja, hablan entre ellos, oyen cosas y sacan sus propias conclusiones

Observen cómo el protagonista ya no llora aquí por la perspectiva de ser encarcelado de por vida en una prisión de máxima seguridad castellana, sino que mantiene sesudos debates con otros churumbeles de la guardería acerca del requisito de la violencia en el delito de rebelión a partir de un detallado análisis de la obra de Curzio Malaparte sobre la técnica de los golpes de Estado. Tras lo cual los mencionados mocosos siguen lamiendo tizas, masticando gomas de borrar y meándose encima como si fueran vulgares niños y no catedráticos de Derecho constitucional de cinco años

Pero mis preferidas son aquellas adaptaciones de la obra original que optan sin complejos por el surrealismo del esperpento. Imaginen el siguiente tuit con música de Nino Rota y dirección de Federico Fellini.

Traducción: Mi hija jugaba a pegarle latigazos a la pared con un calcetín y decía que era uno de esos que van de negro y que hacen daño.

Dijo Friedrich Nietzsche que "la locura individual es cosa rara, pero en grupos, partidos, naciones y épocas, es la norma". Que el proceso independentista es ya poco más que un inmenso volquete repleto hasta las trancas de gente que oye voces es cosa sabida en toda Europa, donde hace ya meses que los independentistas catalanes han sido archivados en el cajón de las molestias ultraderechistas de segundo rango. ¿O es que alguien se acuerda hoy de Padania, del valle de Miranda o de la región de Jämtland? "Que se disfracen todo lo que quieran de plátano de Canarias mientras no pongan bombas", es la política oficiosa de la UE al respecto, como sabrá cualquiera que haya charlado durante cinco minutos con un europarlamentario. 

Lo que nadie le negará al nacionalismo, eso sí, es producción literaria. Una producción literaria que deja al descubierto dos de los complejos habituales en el movimiento independentista. Su desesperada necesidad de reconocimiento exterior, aunque provenga de un comercial coreano de palos para selfiesy el egoísta deseo de que los hijos sean clones ideológicos de sus padres, no vaya a ser que les dé por poner en duda las fake news que les llegan de papá y mamá y acaben votando a Ciudadanos.