Escuché hablar del MIR docente por primera vez hace tres años. Fue a Luis Garicano, en un acto de Ciudadanos. Aquella charla en la que Garicano y otros hablaban de la educación como la gran apuesta del partido me hizo plantearme la posibilidad de entrar en política.

La idea de un MIR para los maestros no es sino la extrapolación a la enseñanza de un modelo que ha resultado ser exitoso en el campo de la medicina. Si nuestros profesionales médicos gozan de prestigio internacional es, entre otras cosas, por ese período de dos años de formación tutelada en hospitales, en el que se enfrentan por primera vez a la realidad de la profesión mientras siguen formándose.

Los maestros deberían tener la misma consideración social que los médicos, pues son igual de importantes que ellos en la construcción de una sociedad. Por desgracia, la profesión docente está minusvalorada frente a otras, y las escuelas de magisterio resultan en demasiadas ocasiones el puerto en el que varan estudiantes desencantados.

En los países punteros en educación, sólo los mejores pueden hacerse maestros: las facultades en las que se prepara el profesorado exigen las calificaciones más altas y tienen un elevadísimo nivel de exigencia. Y eso, lamentablemente, no sucede en España. En algún momento hay que dar la vuelta al sistema. A aquellos que van a liderar las aulas hay que pedirles todo lo que pueden dar, y no el mínimo imprescindible para ir tirando. Aquel que aprueba una oposición debe seguir aprendiendo, pero además hay que darle herramientas para ello.

Si un médico tiene la oportunidad –y la obligación– de continuar formándose durante toda su vida, ¿por qué no se asegura que los profesores tendrán esa misma obligación y esa misma oportunidad? La consecución de la excelencia debería ser el gran objetivo de aquel que ha decidido dedicar su vida a la enseñanza.

El MIR docente puede ser el principio de esa carrera hacia la cima, y por eso Ciudadanos lo incluyó en su programa para las elecciones generales de 2015 y en los acuerdos de investidura que suscribió con PP y PSOE. Ninguno de los dos partidos ha demostrado nunca el menor interés por implantarlo: tuvieron mayoría suficiente para hacerlo en el pasado y dejaron pasar la ocasión. Pero nunca es tarde para rectificar.

Es posible que estemos ante la gran ocasión de poner a los profesores en el centro de la revolución del sistema educativo. Nada será posible sin ellos. España, que tiene los mejores médicos del mundo, podría tener también el profesorado mejor preparado. Si de verdad lo quieren, vamos a por ello.