"Da la sensación de que a Rajoy la política le parece un coñazo", decía el miércoles Rafael Latorre en su Twitter. Es probable que esta sea la biografía más exhaustiva (y precisa) de Mariano Rajoy desde que el de Santiago de Compostela aterrizó, hace ya 37 años, en su primer cargo público: el de diputado en el primer Parlamento gallego de la democracia. "Me abuuurrooo" masculla el Moriarty del Sherlock de la BBC cuando se ve superado por la estupidez congénita de todos los que le rodean, y yo no puedo evitar imaginarme a Mariano Rajoy con su acta de diputado novato en las manos y la misma expresión de hastío infinito por todo y por todos. 

No debe de haberle resultado fácil al presidente del Gobierno permanecer tanto tiempo con los reales aposentados en la poltrona cuando, como bien dice Latorre, siente un desinterés por la política que rivaliza con el de ese otro gallego también longevo por encima de las posibilidades de los españoles: el Francisco Franco del famoso "haga como yo, no se meta en política". Rajoy lleva 37 años sin meterse en política y ni tan mal, oigan. Para él, por supuesto. Aburrimiento aparte. 

Rajoy es, en definitiva, el político más desacomplejadamente franquista de los cuarenta años de democracia española. Y cuando digo "franquista" no hablo en términos de ideología, puesto que Rajoy no gasta de eso y es obvio que tanto le da una socialdemocracia nórdica como un imperialismo austrohúngaro, sino en el sentido espiritual del término.

Rajoy adelantó el pasado miércoles a Franco por la izquierda cuando le respondió a Carlos Alsina que él no entendía de operaciones policiales. Y eso después de haber sucedido a Jaime Mayor Oreja y precedido a Ángel Acebes como máximo responsable del Ministerio del Interior. Me puedo imaginar a Elvira Fernández preguntándole por las noches a su marido, mientras este cuelga la cartera con secretos de Estado en el perchero, aquello de "¿Qué has aprendido hoy en el Gobierno, cariño?", y a Rajoy respondiéndole con cara de fastidio y un puchero de desgana "¡Jo, siempre con la misma pregunta! Pues lo de siempre, Elvira: nada". 

También reaccionó el presidente con ostensible fastidio cuando Alsina le preguntó por la brecha salarial, y cuando le preguntó por Camps y la corrupción en el PP, y cuando le preguntó por ese referéndum que el presidente jura no haber visto con sus ojos. Tras lo cual añadió que se quería volver a presentar a las elecciones como candidato de su partido porque, joder, ¿qué ser humano en sus cabales querría que se acabara tanta diversión? 

Rajoy, eso se lo concedo, es el antitertuliano perfecto. Un nadálogo que no sabe ni pretende saber de nada, aunque se haya pasado toda su vida adulta cobrando por fingir que sí, mientras los todólogos habituales de las tertulias radiofónicas y televisivas, entre los cuales me incluyo, intentamos ocupar ese vacío presidencial que él con tanta generosidad nos ha cedido entre bostezos