Los esquemas corrientes están a punto de perder su utilidad en la política española. No permitas que la feliz mudanza te ignore. Mantente alerta si deseas reconocer el mundo al despertar. Pon en cuarentena a tus analistas favoritos, a tus superiores, a tus mayores. Tranquilo, esos árboles tan arraigados viajarán bien en otra placa tectónica.

Verás lo que pasa con las etiquetas infamantes. Te van a llamar de todo; no pierdas ni un segundo en defenderte, que esos dardos ya no pinchan. De hecho, han empezado a cobrar las propiedades del bumerán y giran, trazan una parábola y los pierde de vista el calumniador hasta que da un respingo porque se le ha clavado el dardo en una nalga. Ay. El viejísimo cepo del etiquetado atrapa al cazador cuando no hay fundamento. ¿En qué década viven? “Están a la derecha”. ¿De quién? “Son la ultraderecha”. Ja, je, ji. A Cs los ha llamado Sánchez “el Vox de la política española”, pues ya sabemos que el de Abascal es un partido noruego. Incendiarios, oportunistas, electoralistas, recentralizadores. Despiérteme cuando acabe. ¡Nacionalistas españoles!— clama el pobre Alonso. Qué sueño.

Los tiempos están cambiando. El eje izquierda-derecha aporta sosiego al perezoso; permite mantener una falacia binaria, negriblanquear la rica paleta de colores, sujetar los cambios del mundo una y otra vez, desde el 28 de agosto de 1789, a uno u otro lado de la Asamblea Nacional francesa. Ha llovido, coño.

En una de las más estúpidas correlaciones que haya conocido la historia contemporánea, la burbuja político-mediática española, contagiada por un nacionalismo catalán enormemente influyente durante treinta y tantos años, y ahora muerto, ha establecido que oponerse frontalmente a la disgregación de nuestro Estado nación le convierte a uno en derechista irremediable. De lo que se infiere (pues, aunque no se formule expresamente, es consecuencia fatal de lo anterior) que cuanto más progre, más favorable será uno a fraccionar Estados nación en otros Estados nación más pequeñitos. Monolingües, a poder ser. El triunfo de este marco, contrario a toda evidencia y propio de indigentes culturales, dice muy poco de la burbujita autorreferencial y de la Universidad. A lo que iba: que se acabó. El eje político más relevante va a ser cuánta Europa quieres. E, inmediatamente, qué planes tienes para los fenómenos disruptivos que en la década de los años veinte de este siglo van a transformar la realidad de forma parecida a lo que sucedió en las ciudades occidentales entre 1895 y 1905. Tú mismo.