Siempre que llegamos tarde a casa solemos pasar por la habitación de Namita, nuestra hija, para darle un beso de buenas noches. Siempre tenemos que dar dos. El otro es para Totó, el otro miembro de la familia, que invariablemente se duerme apoyando su pequeña cabeza en la misma almohada y en la misma dirección que su inseparable compañera.

Antes que Totó nos alegraron la vida Tosca, primero y Borsch, después. La primera dormía muy a menudo con nosotros y el segundo con Borja, nuestro otro hijo, que fue quien le puso un nombre basado en el suyo. Los tres han formado parte de nuestro núcleo duro. Parte activa. Sus vidas forman parte de nuestra historia. Sus anécdotas inundan los capítulos de nuestro libro. Nadie en la familia concibe la vida de la misma sin un cuatro patas deambulando por casa, haciéndonos mucho más felices con su sola presencia.

Y suelto esto, de entrada, como declaración de principios. Soy animalista, imperfecto, lo reconozco, pero me alcanza para defender los derechos de los animales; para no soportar la violencia gratuita; para repudiar el divertimento en base a la muerte y sufrimiento de cualquier ser vivo; para levantar la voz contra aquellos que se sienten capacitados para aniquilar una vida; para señalar con el dedo a quienes se creen con el poder de decidir, dedo abajo-dedo arriba, quién debe morir y quién puede vivir. Y que nadie me hable ni de la cultura ni de la tradición ni de la historia, por favor…

En casa todos pensamos igual. Y en casa nos indignamos, como supongo que en otras muchas, cuando vemos vídeos como el de ese grupo de senderistas que para divertirse no se le ocurre nada mejor que despeñar a un jabalí por un barranco en la Ruta de Cares, en el Parque Nacional de los Picos de Europa. Vean el vídeo en YouTube, por favor, para saber de lo que somos capaces; véanlo y pregúntense qué nos empuja a ese acto cruel; por qué nos hace gracia ver como se despeña un animal; por qué nos parece bien matar, sí, matar, a un jabalí que sobrevive en su hábitat, sí, en el suyo, no en el nuestro. Y nos indigna especialmente saber que estos senderistas u otros de moralidad semejante pueden seguir despeñando jabalíes o lo que les venga en gana porque el Código Penal español no protege a los animales silvestres.

Y nos indigna también que a Katalina se le rompieran las patas traseras después de que, en la noche del pasado sábado 4 de noviembre, Eva y Carmelo la tiraran por la ventana del 118 de la calle Camino Real de Lugo. Pero nos congratula, y hasta nos hace llorar, que la magistrada Pilar de Lara les haya impuesto, por primera vez en nuestro país, una orden de alejamiento de 150 metros para que no se vuelvan a acercar a ella en su puta vida.

La juez De Lara va más allá y, en un auto para leer y releer, para enseñar en las escuelas, incluso, afirma que “quien desprecia la vida hasta el punto de maltratar o abandonar a un animal, habitualmente también despliega su instinto agresivo contra una mujer, los hijos, menores, ancianos, vecinos u otros ciudadanos a los que considera inferiores”. Añade también que “anualmente miles de animales son maltratados y abandonados, en ocasiones sometidos a actos de extraordinaria crueldad, mutilaciones, sacrificios innecesarios, inanición o condiciones higiénicas deleznables o simplemente son matados, torturados, extenuados o desechados por inservibles, por una incomprensible diversión en determinados espectáculos públicos o divertidos”.

Incluso tiene arrestos para ir al fondo de la cuestión: “Sorprende que, a estas alturas, no se hayan fomentado políticas dirigidas a hacer efectivo el derecho al bienestar de los animales, con la concienciación social ya desde la infancia para lograr reconocer que son seres capaces de sentir placer, miedo, dolor, ansiedad o estrés”.

Ya Leonardo Da Vinci dejó escrito que ojalá llegue un día en el que acabemos viendo el asesinato de animales como ahora vemos el asesinato de hombres. Ojalá.

Pd. La Navidad está a la vuelta de la esquina y con ella los petardos y fuegos artificiales que provocarán el terror de los cuatro patas de la casa. #Noseaspetardo fue el hashtag que puso en marcha el pasado invierno el diario Sur de Málaga y la Protectora de Animales de esta provincia. Pese a ello, Pancho murió de un infarto, Maca fue atropellada mortalmente, Cuca casi se desangró tras lanzarse contra una puerta de cristal y Lola saltó por la ventana en medio de las celebraciones navideñas. ¡Malditas sean! Acabo con el mismo slogan que hace un año y que encontré en la prensa argentina: “Lo que para vos es una fiesta… para ellos es un infierno. En estas fiestas hacé algo original. Prendete un petardo en el orto”. Pues eso.