Por alguna razón misteriosa el islam dulcifica a los más furibundos laicistas. Por algún extraño motivo muchos de los que solo ven ignorancia y superstición en el cristianismo se afanan en advertir contra la simplificación de lo islámico. Señalan con gravedad que el imán que predica la violencia no es un verdadero imán y sin embargo ven el verdadero rostro de la fe católica en cualquier desvarío evacuado desde el púlpito de una iglesia.

Hay un extendido y curioso agnosticismo para el cual la Biblia no es más que un compendio de relatos fantásticos mientras que la radicalización en el islam nace del escaso conocimiento del Corán. Para el cual la jerarquía católica es el mal y el mal del islam es la falta de jerarquía.

Por alguna misteriosa razón, este laicismo bipolar cree que la sátira es una saludable desmitificación de lo cristiano y una pérfida invitación al odio contra lo mahometano. Por algún oscuro motivo, la cristianofobia no es para ellos más que una mascarada contra la libertad de expresión y entierran bajo la acusación de islamofobia a quien cita las numerosas aleyas que permiten que el yihadista diga actuar en nombre de Alá.

No me siento agraviado, la mía es la visión de un ateo estupefacto. Habrá alguna razón por la que el ejemplo Salman Rushdie no tiene el glamour que tendría si fuera víctima de unos cruzados y por la que nadie jamás se preguntará en qué ha podido fallarle Noruega a un Anders Breivik o Estados Unidos al nazi de Charlotteville. Por algún motivo esta semana la portada de El Jueves se ha tornado sedosa y sus titulares vagos y poco precisos. Alguna razón habrá para esta fingida normalidad y para este luto tan discreto.

Es muy interesante un artículo que ha publicado la analista Ana Belén Soage en El Periódico de Catalunya y que concluye que “cabe cuestionarse si muchos de los occidentales que han adoptado el término 'islamofobia' han reflexionado sobre sus implicaciones; en particular, que sirve los intereses del inmovilismo religioso y alimenta el victimismo injustificado”. 

Hay un motivo, y yo intuyo cuál es, por el que descreídos occidentales dispensan un trato especial al islam. Por el que han levantado un cordón sanitario con un tufo colonialista tan bientencionado como desagradable y que confirma que no hay islamofobia más insidiosa que la de este laicismo culposo que trata a los musulmanes como si fueran incapaces de enfrentarse a los mismos debates que el resto de los habitantes libres de las sociedades democráticas. Es la siempre grimosa condescendencia. Y como todo paternalismo es muy insultante. Definitivamente, aunque parezca paradójico, tratan mejor a los cristianos.