Paren las rotativas. Tenemos un scoop. Una noticia bomba. Que Isabel Coixet ha dicho que en Cataluña se puede no ser independentista y a la vez no ser fascista o del PP o de Ciudadanos. Este es un hallazgo que merece ser difundido en primera plana. De El País, nada menos. 

El desgarrador testimonio de la directora de cine va a descargar la conciencia de miles de catalanes que viven su unionismo con vergüenza y desazón. Bueno, tampoco hace falta llamarlo unionismo, no seamos tan agresivos, menos aún constitucionalismo, que a eso habría que oponer muchos reparos. Hablemos mejor de no independentismo. 

Celebrémoslo en cualquier caso, aunque sin estridencias, que no puedan decirnos que somos una fábrica de independentistas. No debemos hacer alarde ni exhibiciones innecesarias pero lo cierto es que los no independentistas podemos sentirnos aliviados tras la buena nueva de Coixet porque, si ser fascista ya es algo bastante grave, imagínense lo que supondría ser del PP o de Ciudadanos. Esos sí que son pecados mortales que merecerían la expiación de una independencia. Al fin y al cabo, independentistas fascistas los hay a puñados. Y bien mirado: ¿acaso no está más cerca del fascismo esa Ley de Transitoriedad Jurídica que implantaría en Cataluña un estado de excepción sin derechos ni garantías que el cumplimiento de una Constitución plenamente democrática?

Y sin embargo, qué envidia, con qué desacomplejado orgullo presentan los nacionalistas ese artefacto regresivo y represivo sobre las tablas de un teatro. Pero, claro, ellos no tienen mérito, a ellos no les van a acusar de ser de Ciudadanos o del PP. Juegan con esa ventaja. Nosotros tenemos que andarnos con más tiento y decir no lo que vamos a hacer sino lo que no vamos a hacer. Con lo sencillo que sería defender la legalidad democrática si no existieran el PP y Ciudadanos. Pero existen, diablos, así que lo mejor será que digamos que no vamos a aplicar el 155, ni a tomar el control de los Mossos, ni tantas cosas que nos colocarían en el lugar terrible de la sospecha. Es tan difícil ser no independentista. Una vida en el alambre.

Coda: Los complejos del socialdemócrata no independentista son conmovedores y esa sí que es una victoria que se le puede conceder al independentismo. El unionista acomplejado, y aquí podríamos incluir también al gobierno central, es un ser que se pasa la vida diciendo lo que no es. Que venga un psicoanalista a decirnos si hay expresión más concreta de un complejo que esa negación permanente.

El que se define por lo que no es busca una especie de perdón, una absolución de ese nacionalismo hegemónico que otorga la condición de demócrata. Les voy a dar una noticia bomba. Un scoop: esa absolución no se va a producir.