Paco Camarasa se va a tomar unas pequeñas vacaciones. Es el jefe de lo negrocriminal. El capo. El que más sabe de asesinatos y asesinos imaginarios. El que más ama esto. El que nos ha llenado de sangre los estantes, el que nos mataba el hambre a base de mejillones y lecturas compulsivas en la Barceloneta y el que, con pedagogía y sabiduría sin límite, nos abrió los ojos y el conocimiento a mil y un escritores desconocidos hasta que nos obligó a disfrutarlos. Cada equis días recibo su boletín de novedades en el que siempre encuentro –encontramos muchos– grandes descubrimientos y memorables relecturas. Criminales nuevos y crímenes que nunca se fueron y que vuelven para nuestro gozo y disfrute.

Ahora, Paco, se va a tomar unas pequeñas y necesarias vacaciones.

Lo suyo ha sido siempre la gran literatura teñida de negro: una pasión devoradora, una epidemia que nos ha alcanzado a cuantos hemos seguido su alargada sombra y su desbordante conocimiento. Siempre ha combatido a aquellos que ven en esta escritura mayor un género menor, páginas de segunda división. Y para enfrentarse a los incultos que abundan se rodeó y nos rodeó de la magia humana y literaria que han desprendido siempre autores como Chandler, Hammett, Izzo, Camilleri, Thompson, Simenon, Ross MacDonald, Highsmith, Montalbán, Ellroy, John Connolly, Rankin, Donna Leon o Nesbo entre otros muchos.

Todos ellos y muchos más viven a sus anchas en los estantes de Camarasa. También lo hicieron en su librería Negra y Criminal, la de la Barceloneta y los mejillones, y que cerró sus puertas el 3 de octubre de 2015 poco antes de cumplir 13 años de vida, porque los clientes infieles, como escribió Jacinto Antón, acabaron asesinándola. Y también sobrevivirán eternamente todos estos creadores de universos paralelos en las enciclopédicas páginas de Sangre en los estantes (Destino) donde este librero valenciano del 50 ha volcado todo su conocimiento sobre el género literario que más se parece a la vida misma.

Paco sigue viviendo ahora entre delitos inconfesables, entre las paredes y los recuerdos de su librería asesinada, entre galeradas de crímenes que vendrán, trabajando en el próximo BCNegra, leyendo más que nadie, desenmascarando al asesino que pretende escapar, defendiendo al falso culpable. Sobreviviendo, en definitiva. Se sabe de memoria todas las novelas del género -y si digo todas digo todas, hasta las muy malas- y sobre todas tiene un juicio acertado. Es algo más que un divulgador, que lo es y sobresaliente, es un agitador que siempre sabe quién es el asesino antes de llegar al desenlace. Muchas veces lo he visto como ese personaje secundario pero necesario que aparece en mil historias y que siempre resulta ser el mejor apoyo cuando el investigador no sólo pretende coger al culpable sino alcanzar la verdad.

Apenas le conozco -nos hemos visto dos o tres veces y hablado por teléfono otras seis más- pero al margen de una pasión compartida por la gran literatura negra y por los mejillones en escabeche, ambos tenemos a Bogart de amigo inseparable; ambos convivimos con uno a nuestras espaldas que nos marca el camino a seguir. Y con esto ya es suficiente para que me tome muy en serio a este tipo.

Ahora Paco Camarasa se va a tomar unas pequeñas y necesarias vacaciones. Pero antes de hacerlo nos ha enviado un último boletín: “Desde septiembre pasado –decía el que recibí este lunes– padezco un mieloma múltiple acompañado de una insuficiencia renal aguda. Estos días volveré al hospital, público naturalmente, para que me hagan un autotrasplante de médula. Después, me quedaré sin defensas y tendré que estar ‘aislado’ durante un mes al menos. Espero, y deseo, volver cuanto antes y seguirles mandando ‘cartas del librero’ con noticias y recomendaciones de narrativa negrocriminal”.

Espero tu próxima 'carta' lo antes posible, querido Paco. Necesito que me sigas alumbrando porque la vida y la literatura sin un librero de cabecera es el peor final que pueda tener la mejor de las novelas.