"O el PSOE acaba con las primarias o las primarias acabarán con el PSOE". El autor de esta premonitoria frase es Juan Carlos Rodríguez Ibarra, uno de aquellos socialistas que se hartaban de ganar elecciones con mayoría absoluta y que hoy son considerados prehistóricos.

Las primarias son hoy más un instrumento para la revancha que una forma eficaz de renovar el liderazgo de un partido. Son el desagüe por el que la militancia evacúa su rencor y la confirmación de que las organizaciones empiezan a morir cuando dejan de hablarle a la sociedad y se enredan en un monólogo interior al que solo atienden los convencidos. Las primarias eligieron a Benoit Hamon y a Jeremy Corbin y condenaron a la socialdemocracia francesa y británica a vagar durante años por el desierto. La primarias eligieron las esencias a la victoria y convirtieron en un juguete pulcro pero irrelevante a formaciones que habían sido verdaderas apisonadoras electorales.

En Vistalegre 2 Podemos dejó expedito el camino para la refundación del PSOE. Un partido de centro izquierda con un proyecto unívoco y una estrategia paciente estaría desangrando a Pablo Iglesias, ahora que su velo de moderación ha caído. En lugar de eso, tres candidatos están fraccionando a las bases, coqueteando incluso con la escisión y exponiendo en público las debilidades -las manifiestas debilidades- del programa con el que en un futuro muy próximo el PSOE tratará de seducir a los votantes.

Susana Díaz, Pedro Sánchez y Patxi López son como aquella partida de cazadores a los que se les escapó su presa mientras discutían cómo iban a cocinarla. El caso de Sánchez es todavía más dramático, porque en la presa no ve un depredador sino una mascota. Como aquel anciano que iba todos los días al parque de los Everglades en Florida para alimentar a los cocodrilos y que terminó siendo él el menú.

El Partido Socialista resultante de estas primarias será un partido más dividido, más débil y menos convincente. Será el partido de los cómplices de Mariano o el de los acomplejados con Podemos, tal es la sutileza de los relatos que imponen las primarias. Los insultos más atroces que he leído sobre Susana Díaz han sido proferidos por sanchistas cuyo sentimiento de ultraje hace que la reconciliación sea imposible.

Gane quien gane, habrá dos partidos socialistas formados por prácticamente el mismo número de militantes. Es el peor escenario para una guerra interna, el del equilibrio de fuerzas. Tras varios procesos suicidas podemos concluir que las primarias son aquellas elecciones internas que convoca el PSOE y que siempre termina ganando el Partido Popular.