Lo único digno de encomio que se ha producido este sábado en Bayona ha sido esta fotografía distribuida por Reuters y tomada por Regis Duvignau. Es importante citar a la agencia no sea que los cofrades de ETA intenten apropiarse de la imagen para ilustrar la épica de un final de la violencia que no les pertenece. Los terroristas y quienes les acompañan han tenido tanto que ver en la belleza fortuita de esta instantánea como en su agónico final: más bien poco, sujetos pasivos a merced de la policía o de los reporteros gráficos.

El desarme es una buena noticia, claro. Además, es peligroso dejar material explosivo a merced de rumiantes y excursionistas. Pero el rigor en el relato de los hechos, el deber con la Historia, no admite engaños, frivolidades, ni viña rocks abertzales como el de ayer.

Aquí tienen el primer gran acto de una farsa que los terroristas tratan de hacer pasar por desarme voluntario. Cien años después de que Kafka anticipara el teatro del absurdo con la historia de un vendedor de telas que se transforma en insecto, los verificadores internacionales alistados por ETA se han subido a un escenario para representar la claudicación de la banda como un acto de generosidad.

El fotógrafo hace un picado abierto que muestra la ridícula pretenciosidad de quienes se llaman a sí mismos "artesanos de la paz" -dos sobre las tablas- y quienes se han prestado a sus embelecos -secundarios en el escenario-.

El conjunto es intrigante por la confrontación entre los periodistas y los avalistas de ETA; porque las luces y sombras confieren un aspecto dramático que contrasta con la ridícula exposición de motivos de los diplomáticos alistados por los pistoleros; porque la obra es tan mala que no ha merecido ni medio aforo; y porque el coordinador de los verificadores ha mejorado meritoriamente el absurdo de su última actuación.

Si Ram Manikkalingam se prestó hace tres años a dar por buena una entrega de armas en cajas de cartón que los terroristas terminaron llevándose consigo, ahora ha consentido convocar a la prensa para no contestar ni una pregunta: vamos, que la izquierda abertzale y revolucionaria le da sopas con onda al plasma de Rajoy.

La ópera bufa a de este sábado no debe confundir a nadie. En los últimos años la Guardia Civil se ha incautado más del triple de armas y explosivos que los ahora entregados. Los terroristas y quienes les comprenden, también quienes confunden paz y olvido, reconciliación e impunidad, tratan de deshacer el pasado guionizando el futuro a su conveniencia.

Pero el argumento de la obra es lo que se ve en el escenario y nada más. Fíjense, entornen los ojos. El conjunto de verificadores y artesanos semejan desde arriba una única figura de morfología imprecisa: los cables mudos de los periodistas podrían ser las patas de Gregorio Samsa haciendo trizas la cuarta pared. No hace falta que caiga el telón porque esta obra terminó incluso antes de comenzar.