Tendré que volverme a acostumbrar a dormir menos y a ver más la tele de noche… Debo confesar que disfruté mucho del momentazo en que la gloria giró como una ruleta enloquecida de La, La, Land a Moonlight… pero sobre todo me fascinó el largo plano secuencia que iba de la turbia sonrisa de Warren Beatty al abrir el sobre, a su mirada de desamparo a Faye Dunaway, mirada que está claro que ella descifró al revés, dado el maternal aplomo con que leyó el premio equivocado…

Cuánto ha llovido desde que estos dos, Warren y Faye, daban vida a Bonnie & Clyde. Se puede ver si se quiere lo que les pasó como un fallido atraco a mano armada: el Oscar o la vida. Exige la leyenda que cierta gente acabe mal, muy mal, y en esto que pasó, y que era digno de formar parte más del celuloide que de la aburrida vida real, había más metáforas de las aparentes. ¿No es una de las bazas de La, La, Land ese volantazo final del montaje, ese jugar con el flashback que pudo haber sido y no fue?

Me gustó la dignidad con que el productor de La, La, Land puso el Oscar y las cosas en su sitio. Fuerza y honor. Pero no me gustó tanto su manera airada y despectiva, como poco humillante, de hacer callar a Warren Beatty y casi sacarle del escenario de un empujón. Meter la pata, incluso tan a fondo, no debería convertir en un paria a quien supo encarnar de forma digamos convincente ciertos niveles de seducción y de aventura que una no se encuentra cada día en el pasillo del supermercado... ¿Cuánto hace que Bonnie & Clyde no cabalgan, que su sombra no agita el polvo de los caminos de ese gran país que fue el de los sueños de mucha gente, y ahora va camino de convertirse en el amurallado campo de golf de un palurdo?

Hizo falta un pequeño ejército, un cazarrecompensas retirado y 167 balas para acabar con Bonnie and Clyde, que querían ser enterrados juntos pero no les dejaron. En la lápida de ella pone (en traducción libre al cristiano): “Así como las flores son más dulces gracias al sol y al rocío, este viejo mundo brilla más gracias a que en él vivieran tipos como tú”. Esto pasó en 1934 y todavía hay quien se acuerda. Yo no estaba. Y me acuerdo.

¿Quién sabe si de aquí a cien años la gente sólo se acordará de La, La, Land gracias a que Bonnie and Clyde se equivocaron de Oscar? De bien nacidos es ser agradecidos, especialmente en la Ciudad de las Estrellas