Del populismo, entendido como el instrumento para la revancha de la prole, cabe destacar sus dotes para la fuga. Siempre que llega a un callejón sin salida aparente, encuentra una rendija por la que escaparse. Así, si la sombra de la sospecha recae sobre una persona notable, pongamos una infanta, dirán que no será investigada, cuando se le investigue apostarán a que no será imputada y cuando se le impute se golpearán el pecho y prometerán que no será procesada. Si finalmente es procesada y resulta absuelta, ay, entonces dirán triunfantes: “¿Lo veis?, la justicia se postra ante los privilegiados”. Da igual que la reputación de la notable haya sido arrastrada por el fango, que fuera despojada de su título de duquesa, que los detalles de la investigación hayan sido publicados en un serial de escandalosos titulares, que para escapar de la ira popular se haya tenido que ir a vivir al extranjero y que su marido se enfrente a una pena de seis años y medio de cárcel.

La única sentencia que satisfaría la sed de venganza de la que se nutren los garzones es la que diera con los huesos de la infanta en la cárcel. Y aun así, no lo duden, considerarían que el tiempo de la pena, fuera cual fuera, es insuficiente. Porque la más mínima concesión mellaría esa imagen monolítica -granítica- del mundo que pretenden proyectar: un lugar donde los usurpadores y los desposeídos están tan perfectamente identificados que cualquier duda que uno pudiera albergar le sitúa irremediablemente en el bando de los primeros.

En realidad todo está resumido en la declaración de la vicepresidenta del Congreso y diputada de Podemos, Gloria Elizo, que, antes de haber leído la sentencia, consideró que el fallo judicial era “políticamente insuficiente”. De lo cual se deduce que lo que cree que se debería haber juzgado en el proceso del caso Noós no son, como es menester, los hechos ocurridos en un tiempo determinado sino otra cosa más profunda y menos concreta. Más política. Un sentimiento, una frustración.

Ponerse a explicar esto es un ejercicio cargado de melancolía. Estamos viendo morir y nacer un mundo. No sabemos cómo será el nuevo, pero sí que la defunción y el alumbramiento se producen porque ciudadanos que no han conocido otra cosa que prosperidad tienen un ánimo insaciable de revancha.