Cuentan las crónicas del after day que la llamada fue bien. Algo breve, quizás. Y bastante confusa, según dicen. Aunque sobrada de buenísimas intenciones. No hubo que lamentar víctimas mortales. Tuvo emoción a raudales, eso sí. La cosa se vio trufada de guiños, topicazos y losts in translation a tutiplén.

Vamos, que estuvo a la altura de la bajura intelectual de ambos mandatarios. Somos, desde ya, interlocutores en las relaciones de Donald Trump con la UE, América Latina, Oriente Medio y Norte de África. Casi . Lo que nadie ha precisado es cuánto nos va costar el paripé de la dichosa interlocución. Estarán trabajandou en ellou

De la sufrida intérprete de la Casa Blanca, una tal Joyceline Lee, se sigue sin saber nada. Continúa con el iPhone apagado o fuera de cobertura. Fue finalizar la escueta conferencia y salir escopetada por los jardines. Sola. Perdida. Sin rumbo. Y en el lodo. Entre latinajos y maldiciones. “Echaba espumarajos por la boca”, afirman quienes la vieron salir pitando. No se había visto nada igual desde que la niña de El Exorcista visitó el lugar.

Tiene que aplicarse un poco más, Rajoy, con el método Vaughan, si lo que pretende ahora es empezar a arreglar, desde la centralita de la Moncloa, los múltiples y complejos desperfectos del Mundo Libre.

Trump, por su parte, fue a lo suyo. Mostró durante tan exigua charleta, de hecho, un interés desmedido en la situación económica española y los datos que arroja el intercambio comercial e inversor entre su país y el nuestro. Lo que traducido al spanglish verbenero que maneja Joyceline Lee, intérprete de la White House en paradero desconocido, significa: “Hagan hueco en sus bigs y medium poblaciones, fuckin spaniards porque van a empezar a florecer Wallmarts®, Starbucks® y Burgers King® como si fueran mushrooms portobello”.

En cuanto a lo de la seguridad y la lucha contra el terrorismo yihadista, en tablas: al parecer, poco hay que discutir mientras sigamos compartiendo bases de utilización conjunta. Enfatizó Trump, eso sí, la importancia de que sus aliados se rasquen un poco más el bolsillo para repartir la carga del gasto en defensa: el 2% del PIB como mínimo.

Volverán a saludarse estos dos compiyoguis en mayo, durante la cumbre de la OTAN, y esto empieza a ser como cuando, en tiempos egebeseros, nos juntábamos con el machaca de los recreos y, a mitad de curso, lo expulsaban del cole. Había sido por mera supervivencia, sí. Pero a ver quién era el guapo que reiniciaba amistades.