He actualizado Twitter varias veces antes de escribir este artículo. Antes de abrir el ordenador he pasado por la ducha, he contado las naranjas que quedan para zumo, he aireado la habitación, hecho la cama, puesto el café, recogido la cocina, doblado los calcetines, plegado las toallas, colocado las camisetas blancas con las blancas, puesto el lavavajillas, tomado el café, apurado la leche que quedaba, anudado la bolsa de basura, puesto otra, devuelto algunos libros a la estantería, actualizado Twitter, desplazado el dedo hacia abajo para volver a actualizar, mirado los hashtag, abierto Facebook, escrito una bobada, he borrado la bobada, he puesto varios me gusta en otras publicaciones de Sara Morante y Elvira Lindo, me he leído algunos breves, he abierto el correo, borrado las publicidades y promociones, vaciada la basura, contestado algún okey rapidito, he vuelto a Twitter, he actualizado para ver qué pasada, si pasaba algo, si seguía la murga como ayer, si la turba estaba activa o durmiente, si se había formado algún partido, he ido a Instagram, he comprobado mi galería, me ha parecido bien, sin más, he puesto algunos likes en fotos ajenas, he querido memorizar alguna para repetirla, he odiado mientras me ponía otro café a los que no paran de viajar y ponen desayunos dignos de revista, he hecho algún unfollow a los cansinos, he vuelto a Twitter a ver si la vida se había activado, ON, he desplazado el dedo para ver si hacía frío o nevaba por algún sitio, si Pedro Jota felicitaba a los nuevos usuarios, si Alberto Marcos estaba ya en la piscina, si Belén Bermejo había pillado a nuevos lectores de autobús, si Milena Busquets volvía a colgar alguna foto mítica de la Matute, la Moix y la Tusquets, si había nuevos gifs en el almacén, si Pérez Reverte o Javier Marías habían soltado alguna bravuconada cipoputda, si los de EGB colgaban juguetes de mi época, si todos los canales decían que habían ganado en audiencia, si Paquita Salas anunciaba capítulos nuevos, si Trump desplegaba algún encanto prehistórico nuevo o si algún partido cambiaba de candidato aquí, en la patria de patrias… Actualiza, actualiza, actualiza. Luego he visto que no quedaba leche sin lactosa, ni sacarina, ni tomates, ni pechugas. Pero lo he visto en la nevera. No en Twitter. Y he estado a punto de tuitearlo. Pero me ha parecido ridículo. Tanto que he puesto la banda sonora de La la land y he dado unas vueltas por el salón. Descalzo. Another day of sun. City of stars. ¡Ay! ¿Qué es esto? ¡Ay! Me acababa de pinchar con un algo. Ese “algo” era un pin que me regaló mi ex en una feria de artesanía. Manda huevos que me pase a mí. Así que he acabado con la aspiradora por todo el salón, música a tope en marcha y actitud de Queen. Y cuando he absorbido los posibles recuerdos del suelo de esta casa que hace tiempo se quedó sin ellos, he vuelto a la ducha, he abierto el ordenador y he dicho: escribe, Max. Y deja Twitter. Borra Tinder. Apaga Instagram un rato. No mires Facebook. Ponte likes a ti mismo. Me gusta. Gústate. Tú. Enviar.