Hay amores que matan. Coja usted un gorrión pequeño, métalo en una jaula y sáquelo a la terraza. No necesitará alimentarlo. Lo hará su propia madre hasta que el animal tenga la edad de salir del nido. No obstante, si la jaula no se abriese, ella misma acabará por envenenarlo. Pregunte ahora, si tiene usted valor para hacerlo, qué mezquindad nos diferencia de los pájaros. Más allá de que, al contrario que señala la rumba flamenca, nosotros estemos locos y nunca sabemos lo que queremos. Pregúntelo. Pero luego salga volando. Haga el favor.

En España alrededor de un millón de personas padece una enfermedad mental grave, y se estima que en torno a un 15% de la población desarrollará en algún momento de su vida algún tipo de trastorno cerebral, un porcentaje que puede ir en aumento debido al estrés y el ritmo de vida que nos han impuesto. Ni menos. Ni más. Sin embargo, la salud mental de los seres humanos poco o nada parece importar a ningún gobierno. Con lo que la jaula de la demencia permanecerá cerrada bajo llave, como en tiempos de nuestros tatarabuelos, hasta el día fatídico de nuestro Envenenamiento Final.

Coinciden en señalar sus sufridos herederos, los biógrafos tenaces y algún que otro obcecado fan que Philip K. Dick estaba como una puta cabra. Bendita plurilocura la suya, que le permitió anticiparse a la flecha del tiempo para reconvertir sus relatos de ciencia-ficción en realismo puro, aunque barnizado con técnicas de adivinación demoledoras. No es paranoia si de verdad te persiguen... Y al autor de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? y también padre putativo de Truman, el del show, le persiguieron desde niño la agorafobia y la taquicardia, junto a otros muchos fantasmas, a pesar de los fármacos que deglutía a granel.

En Los clanes de la luna Alfana, novela de 1963, el bueno de Phil describe un planeta donde los locos, enviados a la fuerza y luego abandonados a su suerte, fundan una sociedad de clanes similar al sistema de castas hindú: están los Manis, maniacos, dominadores y agresivos; los Paris, paranoicos, sutiles políticos y estrategas; los Deps, maniaco-depresivos; los Obcoms, obsesivo-compulsivos entre los que se recluta a los funcionarios de Alfana; los Polis, esquizofrénicos polimorfos; los Esquizos, poetas y visionarios errantes; y, por último, los Hebes, o hebefrénicos vegetativos.

Basta con que dé con su lunático clan en esta clasificación (casi entomológica) y vaya sacando ticket con destino a su lunalunera favorita. ¿Se apunta?