Durante los últimos tiempos, la izquierda se ha dedicado a interpretarse a sí misma. Lejos de transformarse, se ha ido diluyendo hasta perder su sombra. Uno de los ejemplos más recientes es el del PSOE, una organización política de fundamento marxista y que abandonaría su ideología para seguir existiendo al otro lado de un pueblo al que presuntamente representa. Paradoja que ni Chesterton superaría. Pero sigamos.

Con la llegada del PSOE al poder, las grandes ilusiones colectivas quedaron neutralizadas. Se despolitizaron las relaciones para convertir el mapa político en una parcela vendida a la sociedad de consumo. No sólo se establecieron las estructuras económicas que hoy nos subyugan -a cargo de los Solchaga Boys y sus métodos bingueros- sino que los llamados socialistas convirtieron la cultura en un significante vacío, tan despojado de significado como exento de política.

Durante la época socialista, la superestructura nunca tuvo el peso orgánico suficiente como para tumbar el edificio del materialismo histórico y ponerlo en horizontal. En su lugar, nos llenaron la azotea con un amasijo de banalidades, cuñadeces que llaman ahora. Los dueños de la denominada Industria Cultural se cuidaron de mantener el vacío para que, así, el espíritu cultural no pudiera terminar de mantenerse, valga el juego de palabras. Castraron cualquier iniciativa capaz de preñar conciencias, dejando el trabajo hecho a un PP con el que los socialistas se alternarían a la hora de ocupar el gobierno.

La clase dominada, la misma clase social que estaba siendo obligada a ponerse a la defensiva, fue desaparecida. Se ensordeció su grito y con ello quedo muda la dialéctica de la lucha de clases. De esto va el libro que se ha marcado el Nega con Arantxa Tirado. Se titula La clase obrera no va al paraíso y nadie que lo lea puede escapar a sus conclusiones. Es la conciencia crítica de un rapero sumada a la de una mujer que se maneja en la ciencia política. Ambos pertenecen a esa izquierda que no viene a ocupar un espacio, sino a transformarlo, devolviendo el significado político a su sitio natural. Con ello, voy a contestar al tuit del Nega para recordarle lo sencillo que es poner la cuestión de clase en un mapa. Consiste en ocupar un espacio.

Lo importante es transformar el mapa, ampliando sus límites, generando la materia orgánica suficiente para que el espíritu individual se convierta en garantía del espíritu colectivo. Sin crítica a la vida cotidiana, no se puede extender la lucha.