Va a hacer un lustro desde que murió Christopher Hitchens y no hemos dejado de echarle de menos. El británico era un escritor sentimentalmente insobornable y eso es quizás lo más difícil que se puede ser en esta vida. Su amigo Ian McEwan, autor de la maravillosa Chesil Beach, ha descrito en alguna ocasión la esquizofrenia que asaltó a la izquierda británica cuando su país se embarcó en la guerra de las Malvinas. Una parte muy sustancial de la intelligentsia izquierdista prefirió ejercer el papel de tonto útil de la dictadura argentina antes que coincidir siquiera por un instante con el gobierno de Margaret Thatcher. Hitchens no era así. Para él aquella era una guerra antifascista, aunque la librase un gobierno conservador. “Christopher, que era un hombre de izquierda, pensaba que debe ser posible examinar la verdad de un postulado sin importar quién más lo sostiene”, explica McEwan.

Ya nos hemos acostumbrado a las asombrosas piruetas ideológicas por las que gentes que se dicen de progreso acuden en auxilio de los elementos más reaccionarios de la sociedad. Es lo que hace años el también añorado Horacio Vázquez Rial bautizó como la izquierda reaccionaria. Estos días hemos asistido a una de las más vertiginosas acrobacias jamás realizadas por esta congregación siempre propensa al exotismo: la que le ha llevado a asumir para las mujeres musulmanas la lógica clerical de a la libertad mediante la sumisión.

En España el amigo reaccionario por excelencia ha sido el nacionalismo. Da igual lo cavernarias que sean sus ideas -indefectiblemente identitarias, discriminatorias e insolidarias- que siempre gozarán de los beneficios de la pertenencia al club de los insurgentes. El odio compartido es a veces el vínculo más poderoso.

El diálogo que mantuvo Pablo Iglesias con Aimar Bretos en el Hoy por Hoy de la Cadena Ser permite situar hasta dónde ha llegado el delirio. El momento luminoso ocurrió minutos antes de que el secretario general de Podemos le ofreciera al conductor del programa una de sus impagables lecciones de periodismo (“Esa pregunta tiene el estilo de 13tv”, reprochó Iglesias, que clasifica periodistas con la soltura de un sexador de pollos). El líder de Podemos estaba argumentando la necesidad de que Pedro Sánchez intentara conformar una alternativa para evitar que “el partido de la corrupción siga gobernando en España”, cuando Bretos le interrumpió: “El partido de la corrupción… por ejemplo el Partido Demócrata Catalán. Un partido que tiene sedes embargadas por todas partes a causa de la corrupción. ¿Esos votos sí que valdrían?”. Hay preguntas que siguen siendo muy pertinentes a pesar de que ya conocemos la respuesta. Por supuesto que valdrían.