Este texto sirvió de base a mi intervención como presidente ejecutivo de EL ESPAÑOL en la Junta General de Accionistas del pasado miércoles. El incremento del número de casos de Covid, comunicados desde entonces, y sobre todo el catastrófico dato del PIB, refuerzan mis argumentos en pro de un gran acuerdo presupuestario de carácter transversal.

Ilustración: Javier Muñoz

Es difícil imaginar una mayor paradoja que la que refleja la celebración de esta Junta General de EL ESPAÑOL, en el año en que celebraremos el quinto aniversario de nuestro periódico. Hace cinco años nos constituimos como empresa en un acto espectacular, en un abarrotado gran auditorio de Ifema. Habíamos captado más de cinco mil accionistas, batiendo el récord mundial de ‘crowdfunding’ en el sector mediático y más de un millar estaban presentes. España había recuperado la prosperidad, tras la terrible crisis del final de la década anterior, pero nosotros sólo teníamos ilusiones y una empinada cuesta arriba, que pronto resultó ser empinadísima, por delante.

Ahora el panorama es exactamente el contrario. Todas las noticias que puedo daros sobre la marcha de EL ESPAÑOL son, no buenas, sino excelentes porque somos líderes de la prensa nativa digital, tenemos ya más lectores que El País en dispositivos móviles, hemos multiplicado por cinco nuestro Ebitda y hemos conseguido, por primera vez, un beneficio significativo después de impuestos. Pero, al mismo tiempo, la sociedad española se arrastra tambaleante, tratando de dejar atrás el valle de dolor y lágrimas que nos ha tocado atravesar durante los últimos meses y sin lograr salir de un entorno de graves incertidumbres.

La propia fecha de celebración de esta Junta, en el antepenúltimo día de julio, una fecha mucho más tardía de lo habitual, ya denota una anomalía. No digamos el formato. Como en el caso de tantas otras grandes y medianas empresas, se trata de una Junta virtual, mediante el sistema de conexión telemática, sin el color y el calor de poder mirarnos a los ojos, ni siquiera durante el turno de ruegos y preguntas. Pero esa falta de contacto físico no nos aleja en el plano de las ideas ni nos separa en el de los sentimientos.

Llevamos ya cinco años juntos, unidos por un proyecto editorial que implica una mirada común hacia los problemas sociales. Se trata de un lazo que genera emociones y sentido de pertenencia.

Como bien sabéis, en el lomo de nuestro león se lee el lema Defensor Civitatis. El león de EL ESPAÑOL defiende la ciudad de la democracia. Bajo su sombra protectora, formamos una gran familia transversal en lo geográfico, lo generacional y lo ideológico. Compartimos los grandes valores y una misma fe en la condición humana, en su desarrollo y su progreso.

Con muchos de vosotros, queridos accionistas, he tenido contacto personal y a la mayoría os conozco por el perfil y actitudes que han venido generando vuestro apoyo. Desde esa empatía, quiero daros un año más las gracias y sobre todo, desearos que estéis bien de salud.

Desde esa empatía, quiero daros un año más las gracias y sobre todo, desearos que estéis bien de salud

También quiero transmitiros nuestra condolencia si habéis perdido a algún familiar o amigo. Sentid que su memoria está siendo dignamente honrada a través de nuestro Memorial del Coronavirus, al que cientos de familias han recurrido para recordar y decir adiós a aquellos de quienes no pudieron despedirse físicamente.

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2020 está siendo un año tremendo. Quienes creíamos que esta generación nunca tendría que vivir una tragedia equivalente a las que afrontaron nuestros padres y abuelos durante los momentos más convulsos del siglo XX, nos encontramos de bruces con los ataúdes en la morgue del Palacio de Hielo, mientras los hospitales quedaban desbordados, unos amigos fallecían, otros se infectaban y el miedo cundía por doquier.

Seguro que os gustará saber que todos los que hacemos EL ESPAÑOL estamos bien. Para la redacción ha sido un combate con fuego real. Yo mismo pasé el virus, aunque de forma relativamente benigna y sin faltar a una sola de las reuniones que organizamos mediante el teletrabajo.

Para el equipo de EL ESPAÑOL ha sido toda una prueba de madurez y compromiso informativo. Nuestros reporteros han estado en la calle, en las Urgencias de los hospitales, en los pueblos y ciudades con más contagios, como si fueran corresponsales de guerra. Nadie ha escurrido el bulto y el resultado ha sido una cobertura exhaustiva de una historia difícil y compleja.

Hemos descubierto las ventajas del teletrabajo durante el confinamiento y ahora mismo la ocupación física en nuestra sede nunca es superior a un tercio de su capacidad. Veremos lo que nos deparan los próximos meses, pero nuestro propósito es continuar siendo a la vez valientes y prudentes.

Reconozco que os hablo desde la preocupación y el desasosiego, ante lo que pueda ocurrir. Es evidente que el virus no se ha ido de vacaciones y permanece entre nosotros, como lo prueban la sucesión de rebrotes y la alarmante escalada de nuevos contagios.

Pero también quiero dejar constancia de mi fe en la ciencia, en sentido abstracto, y de mi confianza, en concreto, en los investigadores de la industria farmacéutica y los grandes hospitales, en los profesionales del sector sanitario público y privado y las empresas de la tecnología de la salud. Todos ellos mantienen una lucha contra reloj para desarrollar medicamentos que contengan al virus, dotar a los hospitales de medios más eficientes para combatirlo y obtener al final una vacuna que nos inmunice.

EL ESPAÑOL, a través del Observatorio de la Sanidad de Invertia, seguirá reflejando, día a día, sus avances y estimulando el reconocimiento público de sus desvelos. Son los héroes del momento y en ellos están depositadas nuestras esperanzas. Muy pronto daremos a conocer iniciativas concretas para divulgar el estado de sus avances, en las fronteras de la lucha contra la Covid-19.

Informe de Pedro J. Ramírez en la Junta General de Accionistas (2020)

Será cuestión de más o menos meses, pero la humanidad terminará ganando esta batalla, como ha ganado todas las anteriores que el curso de la civilización le ha obligado a librar en los límites de su propia vulnerabilidad.

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El amplio despliegue informativo de EL ESPAÑOL ha cubierto todos los ángulos de la pandemia, mirando tanto a las grandes cifras como a las desdichas humanas que han ido trenzándolas; combinando siempre el escrutinio crítico de la gestión política, tanto del gobierno central como de los autonómicos, con una actitud constructiva, habida cuenta de las circunstancias en las que nos encontramos.

Conviene exigir responsabilidades por los graves errores cometidos pero, sobre todo, aprender de ellos para no volver a repetirlos. Cuando todavía estamos lejos de cantar victoria, no debe haber otra prioridad que combatir al virus, fomentando la colaboración entre las administraciones y la solidaridad entre los ciudadanos, como las dos caras de una misma unidad nacional.

A los dirigentes de los grandes partidos les corresponde encauzar ese impulso de colaboración y solidaridad para amortiguar la crisis sanitaria y acelerar la recuperación económica, con la valiosa ayuda de los fondos europeos para la reconstrucción. Este no es momento ni de maximalismos ni de trincheras, sino de acercamientos y comprensión recíproca.

Ya que no fue posible el gobierno de gran coalición que propuso EL ESPAÑOL, a la vista del resultado de las últimas elecciones generales; ya que no fueron posibles ni el acuerdo de investidura, ni los pactos de legislatura sobre las grandes cuestiones de Estado, ni los nuevos pactos de la Moncloa, ni los pactos globales sobre la reconstrucción, creemos que la negociación de los Presupuestos debería abrir otra ventana de oportunidad para el consenso entre los moderados de las tradicionales dos orillas de la política española.

Es tanto lo que estará en juego en los próximos años, de cara al bienestar de varias generaciones de españoles, que toca impulsar una especie de Tregua de Estado que permita aparcar los bandazos, giros radicales, rupturas, contrarreformas y enmiendas a la totalidad. No digamos los cambios de modelo educativo o sanitario. No están los tiempos para diglosias políticas del estilo de la moción de censura que acaba de anunciarse. Lo procedente es buscar los puntos en común entre gobierno y oposición que permitan optimizar la disponibilidad y eficiencia de esos fondos europeos.

Aunque el gobierno gestione y la oposición controle, ambas partes deben a la ciudadanía si no un armisticio, sí al menos una suspensión de hostilidades que permita recuperar un clima de concordia, tanto en la vida política como en la propia convivencia social.

La humanidad ganará esta batalla, como ha ganado todas las anteriores que la civilización le ha obligado a librar

No podemos olvidar que seguimos azotados por una calamidad sobrevenida de carácter universal, ante la que cualquier cruce interno de reproches se vuelve estéril o, al menos absolutamente secundario. Lo ideal, en estas circunstancias, sería poder sumar todos los esfuerzos para combatir la pandemia y sus consecuencias económicas, mediante una mayoría transversal entorno al Presupuesto. Pero, si no podemos llegar a tanto, si nos somos capaces de ayudarnos tanto unos a otros, pactemos al menos esa tregua, mediante las abstenciones que eviten amplificar el daño por la vía de la confrontación.

Eso es lo que vamos a pedir a Sánchez, Casado y Arrimadas, apenas se reanude el curso político y comience la cuenta atrás en el calendario de los requisitos europeos y la negociación presupuestaria. Que busquen el acuerdo y, cuando no lo obtengan, a falta de pactos, buenas sean treguas.

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El inquietante contexto en el que vivimos no empaña la importancia de los resultados que hoy podemos comunicar a los accionistas de EL ESPAÑOL, aunque sí amortigua la satisfacción y alegría con que estamos expresándolos.

El hecho cierto es que en 2019 la editora de EL ESPAÑOL obtuvo un Ebitda, es decir, un beneficio operativo, superior a 1,4 millones de euros, lo que significa multiplicar por más de cinco veces el resultado de 2018, ejercicio en el que superamos el ‘break even’. Ese resultado fue la consecuencia, doblemente meritoria, de un importante incremento del 13%, en materia de ingresos y de una significativa reducción de gastos en un 2%.

El año pasado nos ha dejado además el primer ejercicio en el que la editora de EL ESPAÑOL ha obtenido un beneficio neto, superior a los 420.000 euros antes de impuestos y cercano a los 365.000 tras cumplir con nuestras obligaciones fiscales.

Si en la Junta de mayo del año pasado pudimos proclamar que habíamos dejado atrás el Cabo de las Tormentas y navegábamos en mar abierto, ahora podemos decir que en 2019 alcanzamos una potente velocidad de crucero, acumulando, a lo que ya era un éxito periodístico, también un gran éxito empresarial.

Esa velocidad de crucero no dejaba de aumentar en los primeros meses del presente año, hasta que en abril comenzamos a notar los severos efectos que la crisis del coronavirus está teniendo sobre el mercado publicitario. A pesar de ello, el balance del primer semestre es claramente satisfactorio en términos económicos, pues hemos superado con cierta holgura los requerimientos de un presupuesto expansivo, exigente y ambicioso.

Vamos a pedir a Sánchez, Casado y Arrimadas que busquen el acuerdo y, cuando no lo obtengan, a falta de pactos, buenas sean treguas

A menos que los próximos meses nos lleven a un auténtico descalabro de la actividad económica, todo indica que en 2020 tanto nuestro beneficio operativo como nuestro beneficio neto volverán a crecer significativamente.

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Como de costumbre, lo más importante de todo esto no son los resultados en sí mismos, sino el desarrollo alcanzado, entre tanto, por EL ESPAÑOL en términos de audiencia e influencia.

Como os he dicho al principio, 2019 fue un gran año para EL ESPAÑOL, desde el punto de vista de la audiencia pues, durante prácticamente toda la segunda mitad conseguimos alcanzar y mantener el liderazgo entre los medios nativos digitales, alcanzando y superando a un medio de la consistencia de El Confidencial que durante casi 20 años había mantenido esa posición.

Al mismo tiempo, logramos recortar drásticamente la ventaja que los cuatro grandes diarios tradicionales, propiedad de poderosos grupos multimedia, (El País de Prisa, El Mundo de Unidad Editorial, ABC de Vocento y La Vanguardia del Grupo Godó) mantenían sobre nosotros.

Esas tendencias se han acentuado durante la primera mitad de este año y especialmente durante los meses en los que el confinamiento, provocado por la pandemia, ha convertido a la prensa digital en el gran canal de información de calidad para la sociedad española. EL ESPAÑOL ha sido el líder nativo durante diez de los últimos doce meses, en un estimulante ‘neck to neck’ con El Confidencial y ninguno de los cuatro grandes nos ha aventajado nunca en más de un diez o un quince por ciento, según los cómputos.

Según Google Analytics, nuestra audiencia a nivel mundial había oscilado durante 2019 entre los 40 y los 52 millones de usuarios. Eso implicaba un crecimiento sostenido, con incrementos de más del 30 o el 40% respecto al año anterior. Pues bien, en los últimos meses ese crecimiento se disparó, hasta rozar los 80 millones de usuarios, tanto en abril como en mayo.

De izda. a dcha. Cristina Campos, secretaria del Consejo de Administración de EL ESPAÑOL; Pedro J. Ramírez, presidente ejecutivo y Mamen Vázquez, directora general.

Según la medición de Comscore, mucho más restrictiva y centrada sólo en el mercado nacional, EL ESPAÑOL pasó durante el año pasado de algo menos de 12 millones de usuarios a algo más de 17 millones, con crecimientos mensuales también de treintas y cuarentas por ciento. El confinamiento amplificó esta tendencia, pues llegamos a superar los 22 millones en abril y los 21 en mayo.

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En medio de tantas desdichas, la pandemia también ha producido algunos beneficios colaterales, y el principal de ellos ha sido la aceleración de la digitalización de la actividad económica y la vida española en general. Procesos que venían gestándose desde hacía una década y que tal vez hubieran requerido otra década para su culminación, han adquirido un ritmo vertiginoso, de forma que el panorama de la nueva normalidad poco tiene que ver con lo que, tomando prestada la expresión de Stefan Zweig, ya podemos denominar “el mundo del ayer".

Ese es el caso del sistema de distribución y venta de periódicos. El confinamiento ha supuesto un golpe letal para las crepusculares ediciones impresas de los grandes diarios. La adquisición de un objeto físico, en contacto con muchas manos, en un puesto de venta con potencial aglomeración de clientes, se ha convertido si no en una actividad peligrosa, sí al menos en una actividad bajo sospecha; y, en todo caso, prescindible. Máxime cuando el efecto sustitución por las ediciones digitales, en constante actualización, ha ido captando a la mayor parte de los lectores tradicionales que han tenido que cambiar de costumbre durante meses.

Este fenómeno se ha plasmado este lunes en todo un hito en la historia de la prensa en nuestro país, a través de la medición de Comscore, correspondiente al mes de junio. Existía una gran expectación porque se trataba del primer mes tras la finalización del estado de alarma, e iba a permitir medir las secuelas del confinamiento, en términos de audiencia. Como si se tratara de añadir más suspense, Comscore retrasó varios días la divulgación de los datos por motivos técnicos.

EL ESPAÑOL ha sido el líder nativo durante diez de los últimos doce meses en un ‘neck to neck’ con 'El Confidencial' 

Estaba cantado que todos bajaríamos respecto a mayo, porque los lectores habían dejado de estar atrapados en sus domicilios con sus móviles y ordenadores, y además junio tiene sólo 30 días. La clave estaba en ver quién bajaba menos y ese ha sido EL ESPAÑOL, con una caída de sólo el 7%, la menor dentro de los diez primeros diarios, lo que le ha permitido rozar los 19 millones de usuarios únicos. En la redacción hemos recibido estos datos como el mejor premio al esfuerzo de estos meses.

Pero la noticia, en cierto modo la gran sorpresa, no ha estado ahí, sino en el hecho de que EL ESPAÑOL, con menos de cinco años de vida haya superado nada menos que a El País, diario de referencia de la Transición, fundado hace 44 años, en el ranking de audiencia en los dispositivos móviles. O sea, en teléfonos y tabletas. Esa audiencia supone ya el 91% de nuestro total y el 85% de la de El País.

Compleméntese este dato con el hecho de que ya hay comunidades, tan importantes como Andalucía y Canarias, en las que la audiencia total de EL ESPAÑOL supera a la audiencia total de El País y en las que, en los dispositivos móviles, también superamos a El Mundo, para darnos cuenta de que estamos asistiendo al ocaso de un escenario mediático y al nacimiento de uno nuevo, con otras normas y otra jerarquía. Una nueva jerarquía en la que EL ESPAÑOL compite ya por el liderazgo. Y eso a pesar de que tanto El País como El Mundo cuentan con el triple de periodistas y muchísimos más recursos que nosotros.

Esta aceleración del proceso de transferencia de lectores, anunciantes e influencia de las ediciones impresas a las digitales y de los ordenadores de mesa a los dispositivos móviles, va a implicar una rémora para los medios tradicionales que mantienen una actividad industrial cada vez más deficitaria. Hasta el punto de que el director de uno de ellos me decía hace unos días que “el que tenga más éxito será el que antes pueda dejar de imprimir papel”.

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Sería lamentable, por cierto, que el gobierno se dejara atrapar por la inercia de ese “mundo del ayer”, a la hora de afrontar una importante decisión política que le aguarda apenas concluya el verano. Me refiero a la trasposición de la directiva comunitaria sobre derechos de autor que la UE nos obliga a culminar en los próximos meses. Y, en concreto, a la cuestión clave del formato de la negociación de esos derechos entre los editores digitales y los agregadores de contenidos, entre los que destaca Google.

El “mundo del ayer” se aferra a una absurda disposición, introducida por el gobierno de Rajoy en la Ley de Propiedad Intelectual que declara “irrenunciables” esos derechos y obliga a negociarlos en bloque, a través de una sociedad de gestión equivalente a la SGAE.

¿”Derechos irrenunciables” en un ámbito como este en pleno siglo XXI? Ningún otro país de la Unión Europea impone una restricción así, más propia de los gremios medievales, a la libertad de empresa informativa.

Con menos de cinco años de vida hemos superado a 'El País' en el ranking de audiencia en los dispositivos móviles

Quienes, como medios nativos, encarnamos el presente y el futuro de un sector en permanente evolución, propugnamos, en cambio, un modelo abierto y flexible que permita a cada editor negociar con los agregadores de contenidos, en función de su concreta estrategia de desarrollo empresarial.

Es algo que nos afecta como editores, algo que afecta a nuestros profesionales y accionistas, pero sobre todo, algo que afecta a los lectores en general.

Porque el modelo cerrado del “mundo del ayer” fomenta el ‘imperio del clic’ pues, en el caso de que haya algún ingreso que repartir, que hasta ahora no lo ha habido, la audiencia seguirá pagándose indiscriminadamente al peso.

En cambio, el modelo ajustado a los requerimientos del presente y el futuro fomenta la apuesta por el periodismo de calidad. Baste considerar que la cláusula reaccionaria introducida por el anterior gobierno en la Ley de Propiedad Intelectual, convirtió a España en el único país desarrollado en el que no opera Google News, que no es sino el principal quiosco virtual del mundo, en el que sólo tienen cabida publicaciones con valor añadido y criterio profesional.

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Y es que los millones de usuarios únicos son condición necesaria, pero no suficiente, para llevar a cabo la función social que debe cumplir la prensa, sea cual sea su soporte. Como siempre he venido diciendo, la audiencia sólo tiene sentido si va acompañada de la influencia, propia del periodismo de calidad.

No es ninguna casualidad que la primera gran decisión que me tocó adoptar el año pasado, como presidente ejecutivo de EL ESPAÑOL, fuera la de presentarnos a la puja por Invertia, con una oferta valiente y competitiva que resultó ser la ganadora.

No es ninguna casualidad que, en los cuatro meses transcurridos desde su relanzamiento, Invertia se haya colocado en el póquer de ases de la prensa económica, compitiendo, de tú a tú, con cabeceras históricas como Expansión, Cinco Días y El Economista.

No es ninguna casualidad que el confinamiento haya acelerado también el impulso del modelo de suscripciones digitales que venía incubándose desde hace años. EL ESPAÑOL fue pionero en fomentarlas y debo decir que, después de un periodo de bloqueo del mercado, en los últimos meses hemos logrado un incremento muy significativo, de la mano del acuerdo que el año pasado suscribimos con la empresa tecnológica Piano, líder mundial en el sector de los muros de pago.

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Esta Junta General tiene un significado especial, no sólo porque va a aprobar la primera cuenta de resultados con beneficio neto de la historia de nuestro periódico, sino porque debe afrontar la renovación de nuestro Consejo de Administración, al haber llegado a término los cinco años de mandato que correspondían al órgano que se constituyó en 2015.

La audiencia sólo tiene sentido si va acompañada de la influencia, propia del periodismo de calidad

Ante todo, quiero agradecer el apoyo y la dedicación de todos los consejeros que han gobernado nuestra compañía durante el difícil periodo fundacional y han velado por el cumplimiento de nuestro primer plan estratégico. Tanto los que continúan como los que no, estarán siempre en el cuadro de honor de los fundadores de EL ESPAÑOL y suyo es en parte el mérito de haber llegado hasta aquí. Prometimos que al tercer año lograríamos el break even y lo conseguimos; prometimos que el cuarto año tendríamos beneficio neto y lo hemos conseguido.

Entre tanto, hemos llegado al grupo de cabeza de la prensa española. Estamos en el sexteto que disputa la Liga de Campeones y ya no lo abandonaremos nunca.

Para afrontar esta nueva etapa os pido que respaldéis la formación de un nuevo Consejo de Administración, con un cincuenta por ciento de continuidad y un cincuenta por ciento de renovación. A los que continuamos, ya nos conocéis y poco puedo añadir a las brillantes biografías de las nuevas incorporaciones, que no ha mucho divulgamos como timbre de orgullo. El grupo incluye figuras del prestigio y la trayectoria cultural y empresarial de Gregorio Marañón, Juan Abarca, Rosauro Varo, Clementina Díez de Baldeón, Kilian Revuelta, Francisco López Sánchez y Pablo Grandío.

Para que seamos todos conscientes del salto cualitativo que este nuevo Consejo de Administración deberá afrontar, os adelantaré que el objeto de su primera reunión este otoño será el estudio, y en su caso aprobación, de un nuevo plan estratégico, para los próximos tres años, cuyo propósito será estimular los valores democráticos de nuestra sociedad y tratar de convertir a EL ESPAÑOL en el líder mundial de la prensa en castellano. Lo conseguiremos un poco antes o un poco después, pero no nos conformaremos con menos.

No está lejos el día en que quedará acreditado, en todo caso, que de las tres criaturas periodísticas, fruto de mis cuarenta años como director que acabamos de celebrar, EL ESPAÑOL terminará siendo la cabecera más robusta y útil para los ciudadanos. La primera vez que lo dije parecía una quimera, hoy queda ya a la vuelta de la esquina.

Sólo puedo terminar dando las gracias a todo el equipo de EL ESPAÑOL, encabezado por nuestra directora general Mamen Vázquez y por periodistas de la talla de Miguel Ángel Mellado, María Peral, Vicente Ferrer, Mario Díaz o Arturo Criado y apelar una vez más a nuestros accionistas, suscriptores y lectores en general. Si en cualquier circunstancia no hay tarea más noble que la de tender puentes entre compatriotas, mediante la información relevante, exclusiva y crítica, mediante el debate pluralista y sin tapujos… hacerlo ahora, cuando seguimos azotados por la plaga, es a la vez un acto de inteligencia y un ejercicio de valor cívico. Hagámoslo juntos. Así ruge, para eso ruge, el león de EL ESPAÑOL.