Bernard-Henri Lévy pone sus manos en mis hombros, lleva las mías a los suyos y me transmite su inmensa fatiga, como si remedara a Atlas, sosteniendo el globo terráqueo: "Estoy exhausto. Nunca debí echarme todo este peso encima".

"Es la culminación de cuanto has defendido en tu vida...", le digo. Su rostro afilado sonríe, su pecho palpita bajo su perpetua camisa blanca, siempre abierta camino del ombligo, y asiente. "Es verdad. Paso una hora y tres cuartos en escena, pero está mereciendo la pena".

Ilustración: Javier Muñoz

Se refiere a su gira 'Looking for Europe', una mezcla de monólogo teatral y performance política que le está llevando a 22 capitales europeas durante esta primavera decisiva para el futuro de la UE. Una mezcla, también, de campaña electoral y turné de un divo de la escena. Ningún intelectual había emprendido nunca un proyecto tan ambicioso y autoexigente, para luchar por sus ideas -el liberalismo, el racionalismo, la laicidad-, mediante lo que "Atlántico" ha definido como "filosofía política en acción".

Fue el pasado verano, en su casa de Tánger, durante el reencuentro en el que quedó sellada su colaboración semanal con EL ESPAÑOL, cuando me contó el proyecto, como si se tratara de una travesura trascendental. Había corrido por la playa del hotel Le Mirage, junto a su mujer Arielle Dombasle-pareja de gamos elegantes, levantando puños y rodillas sobre la arena, como si sonara la música de Carros de Fuego-,  había intercambiado mensajes de Whatsapp con Macron, sobre la crisis de Turquía, y cenábamos en la kashba. "Imagínate los grandes teatros de Europa, llenos de público inteligente, escuchando un texto que movilice a las fuerzas democráticas contra todos los populismos".

También me dijo que buscaba compañeros de viaje y una figura de referencia en cada país, para abordar los problemas específicos, sobre un fondo argumental común. De ahí salió la conexión con Sociedad Civil y un encuentro en París con Boadella, en el que el hoy "presidente de Tabarnia" le contó sus viejas peripecias, a costa de la prohibición de 'La Torna', su persecución por los militares franquistas y su peliculera  huída del hospital a Francia, burlando la vigilancia de la Policía. El flechazo fue inmediato.

También me dijo que buscaba compañeros de viaje y una figura de referencia en cada país, para abordar los problemas específicos, sobre un fondo argumental común

Pronto inventaron la trama que daría pie a Boadella a subir a escena, en las representaciones de 'Looking for Europe' de Valencia, Barcelona y Madrid: un camarero o conserje indepe irrumpiría en la habitación del hotel de Sarajevo, en la que el orador prepara, contrarreloj -falta hora y media para empezar y no sabe qué decir-, su discurso en defensa de la Europa de la inteligencia. Así, no sólo tendrá que enfrentarse con su propia conciencia crítica, respecto a todas las deficiencias del europeísmo, sino también -qué pesadilla- con los argumentos identitarios del derecho a decidir de los separatistas.

La de esta semana es su tercera visita a España desde entonces. En la primera, recién divulgado el manifiesto de 30 grandes intelectuales que sirvió de pistoletazo de salida a 'Looking for Europe', conoció a Pablo Casado y Albert Rivera, con buenas vibraciones recíprocas y una advertencia clara: cuidado con la ultraderecha. En la segunda, entre las triunfales actuaciones de Amsterdam y Viena, encendió la polémica e incendió las redes, desde los programas televisivos de mayor audiencia, equiparando a Vox y Podemos como "gemelos populistas". El huracán BHL soplaba otra vez sobre la península.

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A nadie que le conozca pudo sorprenderle esta aversión, simétrica y simultánea, hacia los dos extremos que, de forma amortiguada, aparecen como legatarios de las pulsiones totalitarias del siglo pasado. Y menos a alguien como yo que sigue, y casi siempre comparte, su rebeldía intelectual, desde hace cuarenta años. 

Oyéndole replicar, con esa energía apasionada, con esa firmeza a la vez cordial, imperturbable y demoledora, al periodista que trataba de blanquear a Vox en el Programa de Ana Rosa, sentí que el túnel del tiempo me devolvía a aquel martes 18 de diciembre de 1979, en el que le descubrí en el Teatro Martín, clausurando unas jornadas libertarias de la CNT.

BHL era el más nuevo de los "nuevos filósofos" porque, liberándose de la influencia de Sartre, vía mayo del 68, y de la "seducción de Siracusa" que el travestido eurocomunismo seguía ejerciendo sobre la universidad, había arremetido en su libro iniciático, "La barbarie con rostro humano", con igual vigor contra las dictaduras de derechas y de izquierdas.

Yo hacía mis primeras armas como híbrido de columnista y reportero en ABC. En su hemeroteca queda el testimonio de lo que le preguntó "la socióloga progre con gafas de socióloga progre", decidida a desenmascararle "por ir de guapo por la vida"; y lo que él le contestó, como una metralleta, "con la fuerza humanista de los místicos":

-Oye, tú, Levy; te creerás muy listo, pero nos estás dando gato por liebre, confundiendo el marxismo con el estalinismo, olvidándote de la superestructura y eludiendo la crítica de la democracia burguesa.

-Los-refugiados-de-Camboya-no-saben-cuál-es-la-diferencia-entre-el-marxisimo-y-el-estalinismo... ellos-saben-que-en-la-puerta-de-su-campo-de-concentración-hay-grabadas-citas-de-Marx... yo-sé-que-en-el-diario-Pravda-se-publican-todos-los-días-interpretaciones-científicas-de-las-citas-de-Marx... la-mitad-de-la-Humanidad-desconoce-la-diferencia-entre-el-estalisnimo-y-el-marxismo-porque-carece-de-preparación-para-entrar-en-ese-debate-académico... pero-para-la-mitad-de-la-Humanidad-el-marxismo-es-una-quemadura-insoportable... ¿La-democracia-burguesa?... yo-no-sé-lo-que-es-la-democracia-burguesa... yo-sé-lo-que-es-la-democracia... ese-sistema-que-permite-a-los-individuos-circular-libremente-y-a-los-trabajadores-manifestarse-libremente... yo-no-sé-si-esa-democracia-es-burguesa-o-proletaria... si-es-reaccionaria-o-progresista... yo-sé-que-esa-es-la-democracia-por-la-que-lucho.

Siguiendo el mandato y la estela de Malraux, BHL ya había comenzado a ejercer en Bangladesh como testigo comprometido de la Historia en marcha, al servicio de las causas más idealistas y difíciles. Cuando, siete meses después de aquel acto de la CNT, me nombraron director de Diario 16, me propuse convertir su firma en una de nuestras referencias. Grandes reportajes como los que reflejaron su relación con el legendario comandante afgano Masud, su identificación con la rebeldía de Walesa –"Todos somos católicos polacos"-, el conflicto de Eritrea o su solidaridad activa con Salman Rushdie, anatematizado y condenado a muerte por la fatwa de Jomeini, acreditan que lo conseguí.

Siguiendo el mandato y la estela de Malraux, BHL ya había comenzado a ejercer en Bangladesh como testigo comprometido de la Historia en marcha, al servicio de las causas más idealistas y difíciles

La colaboración continuó, durante gran parte de mi cuarto de siglo como director de El Mundo, con las guerras de los Balcanes y Oriente Medio, la defensa de los bosnios y los kurdos, el genocidio de Ruanda, la primavera árabe o la solidaridad con Ukrania en su radar y su mochila. Y en el visor de la cámara de sus producciones cinematográficas. Y en el hilo directo con los presidentes de Francia -de Chirac a Macron, pasando por Sarkozy y Hollande- que le han tenido como asesor y confidente.

Fueron esas décadas fértiles, en las que BHL se posicionó contra todos los integrismos, a través de su libro La pureza peligrosa, y terminó definiendo al nuevo enemigo que nos amenaza, por igual, desde la Rusia de Putin o la Norteamérica de Trump: la "democracia iliberal".

También fueron los años en que fue construyéndose la caricatura del megalómano narcisista, dispuesto a convertir cada escenario del sufrimiento humano en un plató para su exhibición y lucimiento. La última prueba de las exageraciones y falacias de esa recurrente campaña de quienes no soportan ver a un intelectual judío defendiendo las libertades de los musulmanes, acaba de ser desenmascarada por el equipo de comprobación de datos de Libération: la famosa foto de Sarajevo en la que aparece guarecido bajo una tapia, dando una entrevista a una emisora local, no fue un montaje; a pesar de que la escena completa mostrara a dos soldados, caminando con cierta parsimonia al otro lado. Tanto el fotógrafo como el entrevistador recuerdan, todavía hoy, el peligro real que corrieron bajo el silbido de las balas disparadas por los serbios.

Bernard-Henry Lévy, durante la entrevista concedida a una TV local el 13 de junio de 1992 en Sarajevo. Libération

BHL tiene, eso sí, el impagable don, para un narrador de historias reales, de estar en el lugar adecuado en el momento adecuado. Tanto para lo grande, como para lo aparentemente pequeño. Como muestra dos botones, tal y como los ha contado en escena. El fue el último nadador que se cruzó con la mítica embajadora Pamela Harriman, viuda del hijo de Churchill, el día en que murió de un ataque al corazón en la piscina del Ritz en París. Y qué "incómodo" se sintió Kissinger, aquella mañana que coincidieron  en un urinario de Washington -"tuvimos ganas a la vez"- y le pidió, para salir del paso, que le explicara sus teorías sobre Platón y el tirano al que visitaba en Sicilia, con el anhelo, siempre frustrado, de reformarle.

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Eso es, en el fondo, 'Looking for Europe'. Como en ese mito clásico del filósofo que nunca pierde la esperanza, BHL busca la vida de Europa en medio de sus muertes ("Europa murió en 1914 cuando comenzaron las fosas comunes, Europa murió en España cuando abandonó a la República, Europa murió en Auschwitz, Europa murió en Sarajevo... Europa murió en el brexit") y construye su identidad en la supervivencia a todos sus fracasos. 

Para BHL, lo han visto el miércoles en Valencia, podrán verle este lunes en Barcelona y este martes en Madrid, si consiguieron entradas a tiempo, el veneno que puede liquidar definitivamente a Europa son "las raíces que la hacen esclava" -los nacionalismos, todos los nacionalismos-  y el gran antídoto que puede salvarla, "las ideas que la hacen libre". Todas esas ideas, acumuladas durante siglos porpensadores y poetas, por científicos y políticos, se resumen, para él, en un concepto acuñado por  Husserl: "el heroísmo de la razón". 

En ese impulso generoso a costa de lo que sea, en ese alarde de rigor y lealtad intelectual, basado en el conocimiento, reside la "identidad adicional" que permite a BHL presentarse como "un escritor europeo de origen francés". La "identidad adicional" que nos lleva a los liberales europeístas a reivindicar una UE federal. La "identidad adicional" que puede terminar convirtiendo en "europeo", incluso a quien no haya nunca pisado Europa.  

En ese impulso generoso a costa de lo que sea reside la "identidad adicional" que permite a BHL presentarse como "un escritor europeo de origen francés"

No voy a hacer un spoiler explicando el programa con el que BHL pretende combatir, a la vez, a los Le Pen y Melenchon, a los Salvini y Di Maggio, a los Boris Johnson y Corbyn, a los Abascal e Iglesias, a los Orban y Wilders, a los Puigdemont y Torra... a todos los sapencos rutineros que van sacando los cuernecillos de sus conchas calcáreas para convertir la campaña europea en una carrera de caracoles del populismo. Tampoco daré los singularísimos nombres que propone para integrar la próxima Comisión Europea. Ni siquiera anticiparé la respuesta de Dante, Pericles, Erasmo, Locke y Orwell a esa hoja de ruta.

Pero quiero dejar constancia de que el retrato de este artista adolescente, recién cumplidos los setenta, representa a la más digna y admirable figura quijotesca que recorre las áridas llanuras de Occidente, en estos tiempos de irracionalidad viral. Y que entiendo muy bien lo que quiere decir, cuando hace suya la advertencia de Kant: "Caballeros, me estoy haciendo viejo y empezando a caer en la infancia". Como sugería Rilke, nuestra patria es el tiempo que hemos vivido; y resulta que, de todas las firmas que aparecían en aquel combativo Diario 16 de los ochenta, ya sólo quedan dos en EL ESPAÑOL: la de mi Bravo-Hermano Liberal y la mía.