Texto del discurso pronunciado por Pedro J. Ramirez en el transcurso de la entrega de los terceros premios LEONES DE EL ESPAÑOL a Francisco González, Sergio Ramos y Fernando Raigal, en presencia de la vicepresidenta Carmen Calvo, los ministros Margarita Robles, José Luis Ábalos y Meritxell Batet, los líderes de la oposición Pablo Casado y Albert Rivera, dirigentes empresariales como José María Alvarez Pallete, Florentino Pérez, Carlos Torres Via o Antonio Huertas, el presidente de la Sala Segunda del Supremo Manuel Marchena y otras múltiples personalidades:

Ilustración: Javier Muñoz Ilustración: Javier Muñoz

Celebramos hoy el tercer aniversario de EL ESPAÑOL, mi tercer hijo periodístico, entregando nuestros premios a tres leones españoles.

Puesto que tengo asignados cinco minutos y hay apuestas de que pasaré de quince, intentaré hablar menos de diez. Así que leeré este texto para no divagar.

Antes de referirme a cada uno los premiados, dejadme hacer tres consideraciones sobre los elementos estresores que moldean nuestras vidas con ansiedad e incertidumbre.

La primera se refiere al patriotismo. EL ESPAÑOL se llama así como homenaje a tres grandes intelectuales que dieron vida a tres periódicos con el mismo o muy similar nombre: Blanco White, Larra y Ortega y Gasset. Los tres encarnaron un patriotismo no patriotero. O, como diría Tocqueville, un "patriotismo reflexivo" que nace de la razón, frente al "patriotismo intuitivo" que se ejerce como si fuera una religión.

En un momento en el que tantos motivos hay para indignarse, ante los zafios ataques que reciben la propia idea de España y quienes formamos parte de ella, debemos mantener la cabeza fría y darle un nuevo sentido a la máxima de Marco Aurelio de que el mejor modo de defenderte de tus enemigos es no comportarte como ellos.

Por eso, la segunda consideración se refiere a nuestra democracia. Muchos periodistas de mi generación asistimos, la semana pasada, a la presentación de un libro sobre los debates de hace 40 años, como si acudiéramos al servicio religioso de la película Carros de Fuego. O sea, como testigos de una gesta remota, encargados de honrar a sus protagonistas. Así debe ser porque aquello fue muy grande.

Los padres de nuestra Carta Magna nos han dejado un legado único en la historia de España: 40 años de convivencia en libertad. Es un tesoro que nos toca preservar, velando por el imperio de la ley, la independencia de los jueces y nuestros derechos y obligaciones como españoles y europeos. Es obvio que las leyes pueden cambiarse, incluida la propia Constitución, pero quien se las salte, debe ser castigado sin vacilaciones. Necesitamos fortalecer el Estado, no debilitarlo. Necesitamos fortalecer la Unión Europea, no debilitarla.

De ahí, mi tercer apunte que define la posición política de EL ESPAÑOL: llevamos tres años en el centro de la vida española; tres años defendiendo el centrismo como posición intelectual, como estrategia política y como punto de encuentro. Por eso contemplamos con alarma la acentuada polarización de la pugna entre partidos. Nada bueno ha salido nunca de ese frentismo. Ni de las exageraciones, ni de los gestos melodramáticos. España no es el teatro de guiñol que nos muestran algunos programas de la televisión. En la base de la sociedad existe una disposición al pacto y al abrazo que los líderes políticos deberían ser capaces de encauzar.

Frente a los extremismos intolerantes EL ESPAÑOL siempre rugirá, en todo caso, impregnado de un único radicalismo: el radicalismo de la libertad. 

Estamos tan rodeados de ejemplos poco ejemplares, que produce una enorme satisfacción distinguir hoy a tres personas que, en sus respectivos ámbitos, encarnan las tres grandes virtudes del león, el símbolo más antiguo de los españoles: la valentía, la fortaleza y la perseverancia.

Francisco González ha cambiado la historia de la banca en nuestro país por tres motivos. Porque, fiel a su precoz condición de programador, ha colocado al BBVA a la cabeza de la innovación tecnológica mundial. Porque puede enorgullecerse de haber alcanzado un grado de solvencia tal, como para no haber necesitado ampliar capital durante la peor crisis financiera que nos ha tocado vivir. Y porque durante tres décadas ha sido fiel a su máxima de que la banca no sólo debe actuar dentro de los límites de la legalidad, sino también de la moralidad. 

Francisco González es un grande de España. Doy fe de que nadie ha conseguido doblegar nunca su independencia y eso le ha convertido en impulsor del pluralismo y aliado de la libertad de expresión. Ahora protagoniza una retirada ejemplar, con la tranquilidad de que pasa el testigo a un equipo liderado por alguien, como Carlos Torres, con virtudes muy similares a las suyas.

Francisco González es un grande de España. Doy fe de que nadie ha conseguido doblegar nunca su independencia y eso le ha convertido en impulsor del pluralismo y aliado de la libertad de expresión

Sergio Ramos no sólo es el capitán de la Selección Española más laureada de la historia y del mejor Real Madrid de la era Champions, sino que encarna como nadie los valores de su país y de su club. Con él en el eje de la defensa, el león español domina el territorio, otea el horizonte, se echa hacia adelante y persevera en la porfía, hasta el éxtasis del escorzo goleador en el tiempo de descuento. 

Así gana España, así gana el Madrid. Así volverá a ganar España, así volverá a ganar el Madrid. Y de la misma forma que defiende el área, Sergio Ramos defiende también la dignidad de su club y su nación, saliendo al contrataque para poner en su sitio a quien ose zaherirla.

Sergio Ramos es la mejor muestra de que, por utilizar palabras de Javier Gomá, hay momentos en los que “la ejemplaridad desencadena a su alrededor una descarga carismática y un encantamiento magnético". He ahí la fuerza del liderazgo, el verdadero brazalete de un gran capitán.

Y de la misma forma que defiende el área, Sergio Ramos defiende también la dignidad de su club y su nación, saliendo al contrataque para poner en su sitio a quien ose zaherirla

Seguro, Florentino, que algunos de los niños de aquel equipo de futbol atrapado en una cueva de Tailandia también eran del Real Madrid. Otros, a lo mejor, del Barça. Todos debemos sentirnos orgullosos de la gran aventura vital de Fernando Raigal, desde Ciudad Real hasta aquel otro extremo del mundo.

La presencia, en el grupo de buzos que realizó el rescate, de aquel chaval que, según su madre, dejaba volar su imaginación, confundiendo un lavabo con un barco, es una buena metáfora de la globalización. El planeta entero se sintió concernido, el planeta entero contuvo la respiración, el planeta entero compartió la alegría del final feliz. 

Ciudad Real es lo mismo que Bangkok. Ya no hay ciudades, ni regiones, ni países. Nadie puede transformarse en isla, convirtiendo las barras en barrotes. Los cinco continentes se han fundido en uno sólo, cuando la solidaridad llama a la puerta de nuestros corazones.

Fernando Raigal merece triplemente este premio por la elegancia y por la humildad con que ha administrado los momentos en los que todas las miradas se posaron sobre él. Pese a que uno de sus compañeros murió en el empeño, no se considera un "héroe". Pese a que contribuyó a salvar trece vidas in extremis, no le gusta hablar de "milagro".

Fernando Raigal merece triplemente este premio por la elegancia y por la humildad con que ha administrado los momentos en los que todas las miradas se posaron sobre él

Impresiona la serenidad con que describe el desenlace: "Poco a poco los fuimos sacando. Pero al terminar no hubo grandes celebraciones. Nos miramos y nos dijimos: ¡Bien, lo hemos conseguido! Pero sin festejar nada. Nos dimos un apretón de manos, una palmadita en la espalda y nos fuimos a casa".

Es la misma serenidad con que Francisco González nos explicaba por qué no quiere seguir ni en el Consejo, ni en una Fundación del banco al que ha dado tanto: "Cuando te vas, te vas". Con la misma sencillez hablará también Sergio Ramos el día, esperemos que lejano, en que cuelgue la camiseta. Con la satisfacción de la obra bien hecha.

Porque estoy seguro de que, a pesar de tantas buenas cuentas de resultados, a pesar de tantos títulos conquistados, a pesar de tantas misiones fructíferas, nuestros tres premiados comparten la reflexión de Montaigne de que "lo importante al llegar a la meta, es haber hecho las más bellas carreras".

Eso es lo que diferencia a nuestros tres leones felices de los tres tristes tigres del trabalenguas que se convirtió en novela. La conciencia de que lo mejor del viaje es el camino, de igual manera que el mayor atractivo de la verdad es su búsqueda. Por eso existe y crece, imparable, EL ESPAÑOL, con sus 11.000 suscriptores, rumbo a los 35 millones de usuarios únicos. Muchas gracias por acompañarnos y por aplaudir ahora a estos tres leones españoles.

De izquierda a derecha: Eva Fernández, consejera delegada de EL ESPAÑOL; Francisco González, presidente del BBVA; Carmen Calvo, vicepresidenta del Gobierno; Pedro J. Ramírez, director de EL ESPAÑOL; Rosa María González, madre de Fernando Raigal; y Sergio Ramos, capitán del Real Madrid y de la selección española de fútbol.