Nuria Roca

Las características principales de Nuria Roca son dos. Primera, su belleza, y segunda, la poca importancia que se da. Valenciana y presentadora de televisión, (además de arquitecta técnica, modelo publicitaria, escritora y madre de familia numerosa) comenzó su carrera presentando Waku Waku en TVE y ha terminado en El Hormiguero, haciendo dúo con Juan del Val, su divertido cónyuge.

Durante la baja por Covid del presentador titular Pablo Motos, Nuria se hizo cargo de la sustitución logrando una notable subida de audiencia. Triunfó por aclamación y las redes sociales todavía la están jaleando.

Pero no acaban ahí los méritos de Nuria Ro. Aunque nació guapa, la valenciana vivió aterrorizada por sus orejas de soplillo, que tantos complejos le ocasionaban.

Cuenta Nuria que cuando nacían sus hijos, lo primero que hacía era preguntar: ¿Tiene bien pegadas las orejas?

El caso es que finalmente la presentadora decidió pasar por el quirófano y retocar sus orejas. Bien hecho. El complejo desapareció de la noche a la mañana. Actualmente, Nuria solo tiene una pequeña preocupación: algunas noches, mientras duerme, sueña que las orejas se le despegan.

Nuria Ro está casada con Juan del Val, que se enamoró de ella en cuanto la vio. Intentó el chico arrancarle una entrevista, pero Nuria se resistió y solo tras sucesivos esquinazos, logró ablandarse.

Nuria y Juan son simpáticos y dicharacheros, intercambian momentos de felicidad y presumen de pareja abierta.

Así cualquiera.

Corinna Larsen

Corinna ha vuelto a ser noticia: tiene nuevo novio. Ella es así de recurrente. Ya la conocemos. No es el segundo ni el tercer novio, y quizás tampoco el quinto. En la lista de agraciados figuró, en primer lugar, Philip Adkins, con quien contrajo matrimonio y tuvo una hija llamada Anastasia. Luego llegaría Casimir (Casimiro) Zu Sayn-Wittgenstein, con el que quiso convertirse en Sissi Emperatriz. No cuajó. Con Casimir tuvo un niño que según Corinna era el ojito derecho del Rey Borbón. Muy fantasiosa, la doña.

Ahora ha sido fotografiada en Nueva York almorzando en un restaurante griego con un director de orquesta italiano que atiende por el nombre de Alvise (de apellido Casellafi). Se besaron en público y brindaron con vino blanco. Todo un espectáculo.

Las fotos no le hicieron mucho favor a Corinna, que aquel día vestía jersey de cuello alto negro y llevaba una microcoleta sujeta con una goma. Lo más curioso, sin embargo, era un sello azul que lucía en el dedo meñique y recordaba al que suele llevar el Emérito. ¿Sería un regalo?

Corinna se calzó unas gafas de ver para descifrar la carta del restaurante griego. No parecía ni su sombra. Iba tan casual que podía confundirse con una proveedora de género de mercadillo. Atrás quedaba la mujer deslumbrante que estrenaba atuendos de gala y lucía joyones de incalculable valor para embaucar a sus amigos de la chilaba.

Rocío Flores

La vimos por primera vez en Supervivientes, un concurso televisivo donde participaba por un puñado de euros y de paso se hacía notar. Por el puñado de euros supimos que era hija de Antonio David Flores, por el afán de notoriedad supimos que era nieta de la más grande. Voluntariosa e indomable, la chica comía mucho y estaba gordita. O al revés. En ningún momento se mordió la lengua. Menuda es ella. Había ido al reality para darlo todo y no estaba dispuesta a doblegarse.

A veces, en la isla, cuando intercambiaba chascarrillos con su gente amiga, contaba los conflictos que tenía con su madre y lo mal que lo pasaba para depositarle su confianza. Madre e hija eran igual de rebeldes y tenían la misma dificultad para expresar sus sentimientos.

Desde que salieron de la isla, poco se sabe de Rocío Flores. Vive en Málaga con su novio y frecuenta a su padre, del que está muy enamorada. Durante este tiempo, Rocío seguramente ha estado pendiente del documental de su madre, que ha costado un mar de lágrimas. Sin embargo, no se sabe si madre e hija han acercado posturas. Ojalá fuera así. Es de esperar que las personas próximas a ellas no actúen en balde para romper el hielo. Si eso no se logra, el documental no habrá pasado de ser un pésimo culebrón.

El apeadero de Elena

No lo dije el otro día, pero Elena de Borbón tiene un apeadero en Madrid, concretamente en el barrio del Niño Jesús, a un tiro de piedra de su vivienda. Es un apeadero familiar. Allí ha dormido algunas veces el Rey Emérito, de quien es su ojito derecho. Don Juan Carlos de Borbón se siente allí como en casa, y no me extraña.

El apeadero de Elena es un continuo trasiego de Borbones. Al revés que en la casa de los Reyes (Zarzuela II), donde los Rocasolano tienen preferencia. No quiero hacer sangre ni meter cizaña pero la familia de “ella” siempre ha gozado de prerrogativas. Pasa en todas las familias.

Volviendo a Elena, en su casa también tienen vía libre los Urdangarines. Con tal motivo, Elena y Cristina han recuperado la sororidad y vuelven a hacer piña.

A la casa de la infanta Elena la llaman la sucursal de Zarzuela. Siempre hay alguien haciendo patria dentro. Y la infanta siempre tiene una bandera española a mano para decorar sus balcones.

Esta Semana Santa, sin embargo, han causado baja en la casa familiar Froilán y Victoria Federica, a quienes sus amigos les han hecho sitio en Marbella. Ellos siempre son bienvenidos en todas partes. Y si no hay un colchón libre, se van a la playa a dormir. Un Borbón no hace remilgos.