A uno, que creció oyendo las murgas de Emilio el Moro y compartiendo código postal y jurisdicción religiosa con Melilla, las cosas de Marruecos le pillan muy de cerca.

Uno recuerda las oraciones en español y árabe a la muerte de Hasán II, en los tiempos en que todos los reyes eran hermanos y "lo tuyo mío y yo lo mío, mío". Desde entonces, Marruecos nos tiene cogida la horma de -y por- salva sea la parte.

Cuando el PNV aprieta en Madrid, en Rabat ya saben por dónde nos van a dar la estocada, y quien no entienda esta máxima diplomática, mejor que se dedique a patear cajeros y agredir policías, que es el podemismo más extremo y fundacional.

España, vía Junta de Andalucía, vía Interreg, le puso a Marruecos carreteras hasta los altos cultivos de Ketama, para calmar el expansionismo a Ceuta y Melilla. El agradecimiento es que a veces pasan gendarmes mal pagados por el Gurugú y por El Tarajal, y controlan un poco lo que los politólogos cursis llaman el flujo.

Los hechos son los hechos, y por eso Mohamed VI, comendador de los creyentes y navegante por las cercanías del Monte Hacho, anda mosqueado con esta España prosaharui y con este Narciso Sánchez Castejón que, contraviniendo una tradición inveterada en nuestra diplomacia, no fue a soltarle la mosca al sátrapa vecino en su primera salida oficial.

Marruecos, metido hasta las trancas en lo que pasa en Madrid. Así ha sido, y así será. Que en Tetuán y Tánger aún se aprende el español de la gramática parda, y es comprensible que así sea. La Costa del Sol guarda secretos y muertes que explican esto que digo.

Cuando la anterior crisis, cuando las primeras colas del hambre y el Padre Ángel dando caldillos, Marruecos amplió el megapuerto de Tánger para mandar a Algeciras al vertedero de la Historia y del tráfico marítimo. Cuando ahora nos sojuzga la Covid-19, el primo Mohamed VI manda su acorazada Brunete a Villa Cisneros -o por ahí-, y colmata las Canarias de pateras hasta hacerle torcer el gesto a Oramas, que ya es difícil.

Marruecos sabe las claves que hay que mantener con España: de país de cabreros a país de cabreros. Algo así como un PNV a 14 kilómetros desde Punta Paloma al que hay que tener contento con caladeros de peces y otras yerbas.

Pero en España, con lo que hay, todo es susceptible de empeorar. Y así fue. Lo de Iglesias pidiendo un referéndum de autodeterminación saharaui es lo que nos faltaba ya para terminar de rizar el rizo y apostar por una causa, la saharaui, en la que sólo cree Ismael Serrano en coplas monocordes y mal rimadas con la palabra "Tinduf".

Marruecos quiere los fondos marinos y los secretos españoles. Marruecos quiere las Canarias y las Ciudades Autónomas. Marruecos, con todo, es un poco mejor compañía que Bildu: acaso porque a la satrapía alauita se les ve venir desde lejos.

Mandar a Marlaska bajarse al moro no puede traer nada bueno, pero, como dijo el poeta, ya no nos queda más que la gloria del fracaso. Sólo nos queda Margarita Robles para parar esta segunda Marcha Verde.

'In šāʾ Allāh'...