Esperanza Aguirre

Hay historias de mujeres que no tienen desperdicio. Una de las más sonadas fue Zenobia Camprubí, esposa de Juan Ramón Jiménez, a la que se consideró motor de su obra y eje de su vida.

Acaba de salir a la luz el libro Zenobia Camprubí, la llama viva, cuya autoría se debe a Emilia Cortes, doctora de la UNED.

Manu Llorente, que es un libro abierto de la literatura española, se dirige a la autora del libro con el deseo de ratificar algunas anécdotas.

-¿Zenobia pasaba a máquina los textos de su marido?

-Sí.

- ¿Aguantó sus manías, le tenía todo a punto, le afilaba incluso los lápices?

-Cierto.

-¿Estando ella muy enferma?

-También.

-¿Es verdad que trabajó numerosas obras de Rabindranath Tagore, porque JRJ no hablaba inglés y solo las pulía?

-Sí, es verdad.

Zenobia no se mordía la pluma al escribir de Juan Ramón. Decía: “Él no tiene términos medios, o está muy bien o está muy mal”. Según Zenobia, el principal defecto de JRJ es que no aceptaba la responsabilidad de su culpa. Otro defecto era la suspicacia para dolerse de las cosas más insignificantes. “Cuando está nervioso no hace ningún esfuerzo por dominarse y llega a extremos de crueldad”.

Zenobia murió cinco días después de que a JRJ le dieran el Nobel. Menos mal que tuvo la delicadeza de dedicárselo a ella.

Esperanza Aguirre no es escritora, pero esta semana ha tenido un gesto casi literario. Su marido, Fernando Ramírez de Haro se vio afectado por un ictus y hubo de ser ingresado. Preguntada vía WhatsApp si su marido había sufrido un grave percance en su salud, la expresidenta de Madrid contestó, con la finura que le caracteriza: “Sí, muchas gracias”.

Eugenia Martínez de Irujo

Pequeña de hechuras pero grande de España, Eugenia Martínez de Irujo (duquesa de Montoro para más señas) ha sido noticia por su última (o primera) exposición de pintura, en este caso con fines solidarios, pues se trataba de recaudar fondos para contribuir a sofocar los devastadores efectos de la Covid.

Todo empezó en el primer estado de alarma. Confinada Eugenia con su marido, Narcís Rebollo, decidió rescatar los pinceles y los lienzos de su madre, y se puso manos a la obra. Inmediatamente salió a su encuentro la pasión por el color, heredada de la duquesa de Alba, con la que Eugenia hizo sus primeros pinitos.

De la exposición, celebrada los días 23 y 24 de octubre, no quedó ni un cuadro vivo. Los sesenta y cinco que se colgaron en las paredes del Espacio Valverde, se vendieron en un soplo y hubo que rescatar alguno del fondo de armario de Eugenia para tapar más agujeros solidarios.

La recaudación de los cuadros vendidos será destinada a la Fundación Querer, de ahí que la exposición llevara por título El arte de querer. Ahora, los organizadores han abierto una página web con pinturas nuevas. Eugenia lo reconoce con cierto pudor: exponer es una osadía; y en mi caso, más. Menos mal que la causa lo agradece.

Cristiano Ronaldo

Hay futbolistas de todas las categorías, pero predominan los presumidos. La mayoría de ellos colecciona coches, relojes, cazadoras de piel y zapatos italianos. También apartamentos, jerséis de cachemir, diamantes para la oreja. El objetivo principal del futbolista es destacar, ya sea en el campo o fuera de él. Cristiano no solo es presumido, sino gastón. No mira el dinero. Gasta para él y gasta para ella (Georgina) que no parece una mujer de carne y hueso, sino una muñeca recortable.

Ronaldo y Georgina pertenecen a esa clase de parejas que se disputan las baldas del cuarto de baño, eso suponiendo que no se disputen el cuarto baño entero. Ronaldo es presuntuoso, figurón, acaparador de espejos, vigoréxico y tan femenino como su femenina mujer.

Una de sus últimas adquisiciones ha sido el Rolex más caro del mundo. Un reloj de oro blanco y diamantes que dice mucho de la personalidad exhibicionista y chulesca del portugués. Seguro que Ronaldo va por las joyerías preguntando: '¿Cuál es el reloj más caro de la tienda? Pues sírvame uno'.

Entre los futbolistas, como entre los coleccionistas de coches, funciona una expresión muy elocuente: “Alta gama”... De todo hay alta gama: desde coches a relojes o móviles.

El que fue el hombre más elegante del mundo se llamaba Giovanni Agnelli y era turinés. Él nunca habría llevado un Rolex de oro y diamantes abrazado a la muñeca. No le hacía falta. Ronaldo, en cambio, fue llegar a la Juventus y empezar a presumir de guaperas. Ya puesto, debería vestirse como los italianos del norte, especialmente milaneses y turineses. Por ejemplo: que se mire en los Agnelli y aprenda.

Teresa Rodríguez

La declaración de hostilidades entre dos conocidas mujeres de la izquierda nos ha sacado los colores a muchas. Las dos son feministas, pero políticamente difieren: Irene Montero (Podemos) es centralista y Teresa Rodríguez (Adelante Andalucía) es autónoma.

El bochorno ha saltado a los medios. Cierto es que cada una tiene sus partidarios, aunque también hay motivos para negárselos a ambas. Todo estalló con la expulsión de Teresa Rodríguez del grupo Adelante Andalucía, a la que expulsaron del grupo junto con otros siete diputados. Surgió entonces la lucha por el control del dinero, y lo que es más importante, por el control de la razón.

El dinero correspondía a los meses en los que Teresa había permanecido de baja maternal, lo que llevó a Irene Montero a argumentar que ella había tenido tres hijos y no por eso había dejado la política. “La política no para”, sentenció Montero, a la que alguien ha llamado despiadadamente madame Ceaucescu.

La razón estaba aparentemente con Teresa. Al fin y al cabo, ella solo pretendía ser la Ada Colau andaluza (y barrer para casa). Pero había más razones. Según Teresa, el poder cambia a las personas, y las personas cambian de barrio (Galapagar, por ejemplo). Teresa y su pareja, Kichi, alcalde de Cádiz, viven en una solución habitacional de cuarenta metros cuadrados junto con sus hijas.

Teresa gusta por razones variadas y pintorescas. Estudió Filología árabe, es más activista que política, las personas que le han influido son su madre y Rocío Jurado.