Podría decirse que a Messi, como a Valle, le falló la época. O que en en ese estado terminal del mito, aun brillante, a Messi siempre se le vio una tristeza en el alma que salía en el MARCA o en esta foto que ha elegido el abajofirmante, así, a tenazón y por azar. De los números de Messi no seré yo quien diga nada, ni de ese fútbol vertical e imposible tampoco. Dicen que la hormonas no dan la felicidad, y en el caso del rosarino fallaron, o no llegaron a tiempo en el desarrollo del músculo vital que es la glándula pineal. El mondongo del Barça, entre las tilas de Bartomeu y los Jordis queriendo palco en el Camp Nou, es digno de analizar desde que en el imaginario de las últimas directivas estaba el afán de recluir a la gent de fora para el proyecto de concentración nacional catalufa.

Messi, tocado por Dios, tuvo una discreción en la prostitución indepe del Barça que le honra pero que le va quitando el mito. Dani Pacheco, cuando nos reunimos a la vera del entrenador Agustín Díaz, con una paella y a la orilla del mar, nos confesó que en can Barça habia momentos místicos de formación del espíritu nacional que ni en Montserrat con el Abad en éxtasis. La cosa es que Messi sin Suárez no soporta, viniendo de Argentina, sostener el proyecto botarate del independentismo. Messi no es constitucionalista, pero con lo que hay, nos sirve. En realidad ANC, Òmnium, los Jordis, la cara ancha de Junqueras en los cartelones de Via Layetana le han venido acongojando al mejor jugador de la Historia, si Maradona lo permite.

Hagan la analogía: lo que en Sergio Ramos es tatuajes, reguetón y flamenco, en Piqué es horadar con el deporte las instituciones y llevar el mensaje indepe en una cadera de Shakira o en un raquetazo de pádel. Uno le pone rumbita a la Constitución y el otro la mira con desprecio: las dos Españas y ya saben cuál prefiero.

Mas hay otra derivada en este follón de Messi, triste como la princesa de Rubén (Darío) y considerado catalán por las plumas más afiladas de Clarín. Messi, ni en Barcelona ni en la albiceleste ha sido Maradona, y esa carencia de mito, esa ausencia de escudo populista no ayuda cuando sé un Dios y se está en crecimiento por recomendación facultativa.

Lo más dramático de todo es que por la miasma del independentismo, por la estupidez del minuto 17 y 14 segundos, ese equipo que fue el mío en la infancia -la madurez da madridismo y constitucionalismo- vea cómo se queda muerto sin Messi y se machacan con navajas cachicuernas para ver quién es el más cafetero indepe que sienta sus reales en el Barça, consellería de la nada y del todo.



Por el talante de Messi y por los CDR, no hay en Barcelona bares que guarden un pelo de Lionel como una reliquia santa, ni que en el Guinardó tengan a Messi cruzado con el Sagrado Corazón de Jesús como hacen en el Bar Nilo de Nápoles, tal y como me recuerda Cristóbal Villalobos, maradonalófilo y autor de un bravo ensayo, Fútbol y fascismo, que advierte -o no- de estas politiquerías culés que se han pasado el himno por el forro.

Hace 28 años que dejé de ser del Barça. El rosarino no sirve al independentismo. En el Mini Estadi nos guardan la cuchara a los charnegos y la Historia no guarda estancos a los que, como Maradona, mezclaron FIFA y DEA. Messi fue ídolo, no mito. Y así quedará acuñado en la memoria de los que sabemos que la Ferrusola - cerebro intelectual de toda la mandanga familiar/nacionalista- cuidaba el césped del Camp Nou.