Siempre la fortuna favorece a los audaces (la audacia de esconderse cuando truena). Entendamos aquí la audacia como esa concatenación de acontecimientos, de serpientes de verano, que pueden tener a Iglesias congelado en el búnker de Galapagar como una momia de sí mismo, a los pies del Guadarrama fresquito y al resguardo de lo que sabemos -y de lo que no sabemos- de la configuración jurídico-moral de su Movimiento.

Lo que es cierto es que en dos semanas hemos hecho el obituario a Juan Carlos y a Podemos, y ambos, a fecha y hora que esto escribo, andan ilocalizables.

La verdad es que este es el verano de Enrique Ponce y todo lo demás, cambios de régimen, cajas B, contabilidades paralelas del partido de los de abajo... todo eso le importa poco aquí al personal, temeroso de que le metan otro secuestro civil y se tenga que comer las patas como los pulpos en los juegos del hambre.

Ya avisan de que vuelve el estrés y las jindamas a las Urgencias, y no se ha hecho nada: acaso los paseos bilingües de Sánchez por Bruselas, la guerra con los holandeses errantes y esa izquierda silenciada por el fango.

Dice la ministra Reyes Maroto, con todo el cuajo habido y por haber, que la gestión de la pandemia en España se hizo "de una manera ejemplar"... y así vendrá septiembre. El mes más cruel, al menos por aquí.

Después nos comparamos con una socialdemocracia nórdica y quedamos como Cagancho en Almagro. Pero es que fue salir de estado de alarma y despertar la cloaca que Podemos llevaba dentro desde que el pueblo se hizo Tuerka. Esa cloaca por la que el Estado del Bienestar y la cosa pública no son más que un lejano eco de maracas tropicales.

En la fotografía de hoy podríamos tirar de archivo, hacer un combo, pero he decidido que la Familia Real -entre que nos dicen dónde anda el abuelo y van de talayot en talayot- tenga su protagonismo ahora que Podemos, según desvela Alberto Prieto, quiere pasar por las horcas caudinas a Felipe VI e inhabilitarle merced esa diarrea de conceptos que tiene el populismo cuando está en apuros.

Al menos, otro populista rehén de la testosterona, Donald Trump, va y media en el polvorín de Oriente Medio. Galapagar no es Camp David, y bien que lo padecemos.

Y por eso, y por las leyes de la cuatricomía, la foto de hoy, pues, es la de Felipe VI y parentela por las tierras de España, visitando queserías, saludando a curiosos y monárquicos, carlistas educados y republicanos que siempre son los mismos y no sabemos qué pretenden más allá de la matraca y el mojito.

La marca España está tocada de muerte, pero ahí están las nietas y el hijo en el verano más difícil tapando un carajal que a su vez opaca el carajal de Podemos. Lo peor es que volverán a faltar respiradores y al pueblo soberano, ay, ya no lo confinan tan fácil.

"No pasarán", dicen los que quedaron encerrados en los bajos sin luz de Madrid.