Marlaska y María Gámez, aquí retratados, tienen un pasado bucólico. El uno como juez e icono de las chaquetas entalladas y la moda del perro en interiores. La otra, Gámez, algo de un faro de costa en la juventud, un sanchismo irredento y mucho primer plano cuando lo del niño Julen, cuando vivíamos por encima de nuestras posibilidades y sabíamos de Geología lo que hoy sabemos del FRAP y de enterrarnos sin adioses.

De Marlaska ya escribimos aquí que ha optado por ser Lastra para salvarse a sí mismo de dos mundos, la política y el Derecho, que le han dado la espalda hasta que el infierno tenga a bien congelarse. María Gámez, así, con un vago verde en el torpe aliño, nos da la típica imagen de chica dibujada por Maitena y cuando llegó a la Guardia Civil sabíamos que iba a hacer eso: de chica de Sánchez, de cuota de todos las cuotas en los cuarteles y el premio por ser sanchista en Andalucía antes de la muerte civil/harakiri de Susana Díaz.

Lo grave de estos dos, del ministro que se volvió cloaca y de su correa de transmisión, es el relatillo que le van construyendo a Vox, como peones, para tapar una realidad aún más sangrante: lo del 8-M, lo de las prevaricaciones presuntas y los contagios anecdóticos es lo de menos. Incluso De los Cobos es lo de menos...

Lo grave, lo sustancial que dirían los cursis, es que lo que en Gámez/Marlaska es un desdén a la Benémerita por la "nueva normalidad", en Iglesias es la oportunidad de oro para ciscarse retrospectivamente en los picoletos, reivindicar el 'frapismo' del padre y un "fuera las fuerzas de ocupación" que conseguirán en lo firmado con sangre con Bildu y ERC.

Téngase en cuenta que el podemismo lo horada todo, desde Úbeda hasta Valdemoro. Si vemos el Instagram de la GC coincidiremos en que la cursilería ha entrado en el Cuerpo, y eso es mala señal de lo que vengo contando. Que un agente ayude al ciervo herido está bien, que lo cuelgue en las redes, fetén... pero que estén toda la mañana con eso cansa y descascarilla el principio de autoridad. Porque la Benémerita no son los scouts de los jesuitas, y hay que recordarlo.

Marlaska y Gámez, los que han reventado Interior, no son equiparables. Del enhiesto jurista a la niña del faro media un mundo, pero el sanchismo quiso ver en Gámez como una suerte de Chacón sin pedigrí, para cabrear a los mandos veteranos del Veterano, y quedó como Cagancho en Almagro pero ahí sigue, sin dimitir, vista al frente y dientes apretados. Está claro que Gámez no es Roldán, porque lo que en Roldán era un ansia psicopática de ascenso social, en Gámez es afán provinciano de chica progre que llama y cesa a un probo servidor público desde un número largo.

Entiendo que ser cesado por tales superiores políticos tiene que doler como una nevera vacía en Carabanchel o en Lagunillas, como aguarrás en las habitaciones últimas de la sangre. Pero si algo sabemos de Pérez de los Cobos es que es tan honrado como cartesiano, y su divisa no va por la carnaza, aunque deba llevarse por delante a quien corresponda. 'Paso corto, vista larga' y demás...

Uno -yo mismo- es nieto del Cuerpo, ha arreglado algún papel en el ISFAS y toda esta tangana le viene indignando. Pero ya digo que no es lo peor del 'Marlaskagate': lo peor es el amateurismo, los que quieren ganar la batalla del relato de una nueva transición dejando al Cristo de la Expiración sin procesión, a la del Pilar sin Cuerpo que proteger y al honor como una quimera de las novelas de Pérez-Reverte y sus héroes cansados.

Que nadie se equivoque. Marlaska es ya un peso muerto. Es el peligro de estar y de ser en excedencia. Marlaska caerá, brindarán los menos en los cuarteles y nosotros, ay, ya no seremos los de entonces.