Irene Montero, de formación psicóloga, de gestión una tarta y de realidad asintomática, gracias a Dios ha vuelto. Es el suyo un retorno virtual y en primerísimo primer plano, sin sonrisa, con algo de heroína lorquiana y laca en la frente para el segundo tiempo de la cuarentena. Normas de la casa de la sierra.

La ministra de Igualdad no sonríe, que en el manual conyugal y podemita está prohibida la empatía en tanto que la vida y la toma del cielo pasan por el rictus de estreñimiento, la aprobación de las bases para volverse aristócratas y ese placer de que las cuarentenas no van con ellos.

Irene Montero ha aportado poco o nada al feminismo intelectual, si acaso esos simpáticos estornudos en el Paseo del Prado; estornudos a ritmo de batucada y estornudos pandémicos en el sambódromo de los virus y los sobacos que fue aquel domingo marceño.

Ahora que vuelve la ministra de Igualdad a las cuatro soflamas y a los televisores que le compran la burra, hay que recordar que en sus méritos de guerra, en los de Irene, hay un pastel de cumpleaños, muchos besos con Noelia Vera, un ministerio que parece el Amazonas y una ministra que no sonríe.

Poco nos importa en la foto de hoy que Ábalos se monde con su paseo cachondo por las preFallas cuando lo vital, aquí y ahora, está en saber el porqué de ese rostro mustio de Irene. Hieratismo cuando en Galapagar se ven los picos del Guadarrama, y el aire serrano sabemos desde Cánovas que quita las tuberculosis y todo ese zoológico microbiano que han querido dejar en los ladrillos vistos de Vallecas, en una vida previa.

Irene asintomática y mosqueada, la princesa está triste qué-tendrá-la-princesa, Irene Japiberdei Montero. Irene, en sí y con su gente, fue propagando por los aires ministeriales lo de su bicho, y hay que imaginar al microbio pasando de la bandera LGTBI a la máquina del café, de los posos del café a la barba del ordenanza, del ujier al detector de metales y de ahí a la calle de Alcalá con los chisperos, las majas, los tratantes de ganado y las viejas beatas que van a donde pongan misa en días laborables. El bicho...

El virus en el Ministerio de Igualdad es como el fantasma del Palacio de Linares, que no se le ve pero se sabe que mata y acojona. Irene Montero no dijo nada de que era viral a excepción de los suyos y de las las sayas, que deben ser los de la superproducción del cumpleaños. De modo que ni los perros pasan ya por la puerta de ese ministerio/pancarta que se lleva en presupuestos lo que no gana un internista para psiquiatras. Con lo que ven y lo que verán...

Irene ha regresado del lado oscuro para decirnos que sí se puede y para volver a sus labores, que tampoco creemos que sean muchas ni que vayan a cambiar la Historia en una cuarentena prorrogada. Ahora puede bichear los reportes del CNI y pasar así las largas tardes del confinamiento.