A Vic, y gracias al PSC, se le va quedando un tufillo a Mathaussen que tira para atrás. La antaño próspera villa, hacendosa y cárnica, cambió la plaza por un cementerio de cruces amarillas y por ahí se jodió el Perú, y Vic y la Plana de Vic.

Así, la munícipe de Vic nos evoca con su porte consistorial a las señoronas que vemos por Zamora en los atardeceres cachondos a la vera del Duero, y de entrada a Anna Erra le preguntaríamos la hora o si se la ha perdido un perro o un niño. El racismo de Anna Erra es un triste grito municipal de la España vacía, con un olor intolerable a matriarcado beaturrón.

Cuando Anna Erra insta a que se le hable en catalán a quienes no tengan el bulbo raquídeo como dicen los cronicones que lo tenía Wifredo el Piloso, cuando le hace ese monumento a la unidad de la lengua, entendemos que el separatismo, de tan absurdo, se nazifica.

Lo mejor es que en el Parlament dan cabida a estos esperpentos para ir pasando las mañanas lánguidas: así, el bueno de Alejandro Fernández, brillante parlamentario, va sacando munición dialéctica para contestar al racialismo con la dialéctica de Manolo Escobar, que sabemos que les duele.

Anna Erra, por lo demás, debiera atender más a los Residuos Sólidos Urbanos, a los IBI, que a apelar a no sé qué volkgeist agropecuario. Es una manía de Tractoria la de venirse arriba inventando una raza que, en los genes presentados por Torra y Pujol, es evidente que evoluciona hacia el superhombre mediterráneo.

La alcaldesa de Vic, tal y como demostramos en un reportaje, prefiere una madrasa a una Casa de Galicia. Su xenofobia provinciana causa sonrojo, y uno se la llevaría incluso a La isla de las tentaciones a ver si se le pasa ese arreón racistoide y se le equilibran los niveles de testosterona separata.

Anna Erra ha llegado al culmen de la lingüística con su concepto de que es la jeta la que hace al hablante. Cuando yo me coloco un lazo, una barretina y bizqueo acabo declamando a Espriu por ciencia infusa. Un milagro de la glotis y la neurología.

Es ver a Anna Erra y yo llego a la inmersión lingüística por do más pecado hubiere. Si hubiéramos sabido esto cuando Babel y la Torre...