"En este campus ETA asesinó a Fernando Buesa y a Jorge Díaz". El mensaje es simple, rotundo, histórico, más contundente que el paginaje entero de Patria y que los ríos de tinta que han corrido.

Yo recuerdo el atentado contra Buesa y Díaz como el atentado de mi paso a la madurez: es trágico que los de mi generación fijen el tiempo entre atentados terroristas como otros lo hacían con las alineaciones del Atlético. Era cuando ETA, como siempre, mataba en días laborables.

Recuerdo el césped rabiosamente verde de la Universidad, el cadáver de Buesa con una sábana blanca y un ertzaina mudo y casi lloroso, y a Javier Rojo saltando el cordón policial con esa incredulidad de las muertes injustas. Esa intrahistoria que seguía al coche bomba.

Yo sé que ETA mataba siempre en días laborables, que después del atentado en España entraba un silencio que era roto por un aplauso que no servía de nada, por unas lágrimas que se iban disolviendo y por el brindis en el gazteche de cachorros que aún no tenían ni esbozo de bigote.

Veo el cartel colocado con su mensaje demoledor mientras dentro, Abetxuko, el asesino reincidente, y los asesinos por omisión y por aplausos debaten no sé qué historia del maco y de carceleros malos. Decir debate es presuponer actividad intelectual y no quiero meterme en jardines.

Lo que sé es que quitaron el cartel, y el cartel fue vuelto a poner en una dialéctica del bien contra el mal, de la civilización contra la barbarie, del terror contra la Constitución. Decía Tono que había que escribir cortito, que la gente leía antes "Prohibido cantar" que El Quijote, y por eso el cartel en mayúsculas, con una caligrafía de nervio y dignidad, nos dice mucho del tiempo que vivimos hace poco y aquí mismo. Lo colocó y lo recolocó un docente puro, un héroe, la resistencia que no cesa en Vascongadas.

No hay que perder el foco de la imagen, que es el cartel que renacía como el hígado de Prometeo entre batasunos. Ya hemos dicho que la vida y obra de Abetxuko nos importa poco si no es para consignar aquí que la Universidad se ha prostituido ante el mal. Poco hay que decir de quienes le ponen megafonía y atención a un asesino en un campus universitario que pagamos todos, fuero arriba o cupo abajo.

Duele que la Universidad ya compre el relato de los captores, que se le dé pie de página al bárbaro, que callen y otorguen los de siempre y los que pactan con los que tirotearon el nogal y ahora recogen las nueces.

Quitaron el cartel, a López de Abetxuko lo presentó Txema Matanzas y ahora Bildu es un socio fiable, un pacifista proactivo. Y el PNV es de izquierdas y en ese folio que recuerda los fantasmas del campus de Vitoria vamos todos.