Dice la neurobióloga Mara Dierssen que el 63% de los españoles piensa que las mujeres no valen para ser científicas de alto nivel. Según Dierssen, ese dato sale de una encuesta de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología de hace dos años. Ella misma explica el porqué de ese 63% quitándose la bata de científica y poniéndose la de tertuliana: "Hay una serie de estereotipos que tenemos que vencer". ¿Es esa una afirmación científica o más bien ideológica? 

Como me resultaba difícil creer que un 63% de los españoles crea que las mujeres no valen para la ciencia –en mi entorno me costaría encontrar uno solo que lo pensara como juicio general y sin entrar en mayores detalles– he buscado la encuesta de la que habla Dierssen. En la última Encuesta de Percepción Social de la Ciencia de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología no encuentro ningún dato parecido. 

Lo que sí encuentro en la encuesta de 2018, la novena de la serie, son los siguientes datos:

1. El interés por la ciencia y la tecnología es mayor entre los hombres (18,9%) que entre las mujeres (13,9%).

2. El 54,5% de las mujeres asegura tener dificultades para entender la ciencia, por sólo un 45,6% de hombres.

3. Más mujeres (24,7%) que hombres (14,2%) usan tratamientos como la homeopatía y la acupuntura. Dicho de otra manera: una de cada cuatro mujeres cree en la magia. Y no sólo cree en ella, sino que confía a ella su salud. Pagando.

4. El 12,7% de las mujeres, por un 11% de los hombres, cree que el Sol gira alrededor de la Tierra

No sé muy bien qué valor darle a esos datos. La gente miente, sobre todo en las encuestas, y la hipótesis de que los hombres mientan más o menos que las mujeres es estrictamente científica. Quizá los resultados reales son más halagadores aún para los hombres. O quizá lo son para las mujeres.  

En esa encuesta también aparece, por ejemplo, que más hombres (15,8%) que mujeres (14,3%) creen que los primeros humanos convivieron con los dinosaurios. O que el 42,8% de los españoles, sin distinción de sexo, cree que la energía nuclear tiene "mucho riesgo" –cuando es la fuente de energía más segura que conocemos– por sólo un 5,6% que considera que tiene "pocos", la respuesta informada, racional y más próxima a la realidad

Es más probable que Mara Dierssen haya sacado ese 63% de una encuesta de la Fundación L'Oréal de 2015. Una encuesta que ya provocó polémica en su momento por lo disparatado de su metodología y de sus conclusiones, y por unas preguntas diseñadas buscando un resultado concreto entre los entrevistados: uno que confirmara el punto de vista victimista del feminismo de género acerca de la menor presencia de mujeres en carreras y profesiones relacionadas con la ciencia.

En realidad, la hipótesis de que las mujeres estén menos interesadas en la ciencia, o la de que estén menos dispuestas a realizar el tipo de sacrificios que suele exigir una carrera científica de primer nivel, o la de que disfruten de un cerebro mejor o peor configurado que el de los hombres para el pensamiento abstracto, es perfectamente razonable y ningún científico serio la descartaría de plano por el hecho de que la moda ideológica del momento la considere "inconveniente" u "ofensiva". 

La hipótesis contraria, la de que los cerebros masculinos y femenino son exactamente iguales y tienen las mismas capacidades y los mismos intereses parece ampliamente desacreditada por la literatura científica reciente. Me vienen a la cabeza Susan Pinker, Simon Baron-Cohen o Louann Brizendine, y eso sólo en el terreno de la ciencia divulgativa, que es la que puede comprender un plumilla como yo. Pero quién sabe.

Yo, personalmente, estoy abierto a ambas posibilidades. Sólo han de presentarme las pruebas que demuestren que existe un contubernio machista internacional para apartar a las mujeres de los laboratorios para que cambie de opinión y deje de pensar que hoy en día, en Occidente, si no hay más mujeres que estudian carreras científicas es porque, lisa y llanamente, no les da la gana. Lo cual no es ni bueno ni malo sino que 'es'. Sin más. ¿Cuál es el problema? ¿Acaso a nuestras feministas les asusta la diversidad?

O quizá sólo buscan que los hijos de los obreros de Jaén, Cuenca y Murcia le paguen la matrícula a las niñas de la alta burguesía catalana y vasca. Como hipótesis científica y nada demagógica, digo.