María Medina ha dedicado gran parte de su trabajo al paisaje urbano y a los árboles, por el gran potencial que tienen para mejorar la calidad de vida en el espacio público y por sus numerosos beneficios, tanto ambientales como estéticos. 

Ha diseñado importantes jardines públicos y privados y, en el campo de la restauración de jardines históricos, es autora del plan director del Real Sitio de la Granja de San Ildefonso que está llevando a cabo Patrimonio Nacional. 

Ha publicado artículos y conferencias y es coautora junto con José Sarandeses y M. Agustina Herrero Molina de Guía de diseño urbano y Árboles en la ciudad. Fundamentos de una política ambiental basados en el arbolado urbano, manuales que deberían conocer los ayuntamientos. 

En la campaña electoral apenas se ha mencionado el paisaje urbano. Tampoco se ha tenido en cuenta la importancia de los árboles a la hora de crear un entorno agradable en la ciudad. ¿Qué beneficios aportan los árboles?

Los árboles aportan enormes beneficios ambientales al disminuir la contaminación y reducir el polvo. 

En climas calurosos, como el nuestro, la sombra es una necesidad. Los árboles, además de protegernos del sol y bajar la temperatura, mitigan el calentamiento de los pavimentos urbanos que, debido a la elevada inercia térmica, impide que baje la temperatura de noche. Sin embargo, hoy en día los árboles se reducen en aquellos lugares donde ya existían y no se tienen en cuenta a la hora de planificar los nuevos espacios. 

También, los árboles nos proporcionan grandes beneficios estéticos al tener la capacidad de configurar espacios, de embellecer el entorno creando perspectivas que varían según los tamaños, formas y colores de las especies seleccionadas, de ocultar edificios fuera de escala… No hay más que ver la diferencia entre una calle o un parque con o sin árboles. 

¿Es adecuado podar los árboles en cualquier época del año como vemos a menudo?

¡No! Es terrorífico ver esos camiones con grúas elevadas y un operario que, con una sierra eléctrica, va mutilando lo que no debe y, muchas veces, en época inadecuada. 

Además, en las reformas, el arbolado existente se supedita a los formalismos salvajes de los nuevos diseños que ignoran las más elementales bases científicas de cómo se desarrollan los árboles. A ello se suma el daño que sufren las raíces cuando se abren zanjas para instalaciones o reparaciones en las aceras.

Con estas prácticas los árboles desgraciadamente quedan reducidos a troncos mutilados, con grandes heridas, debilitados y sin raíces, por lo que su caída es frecuente en cuanto hay condiciones climatológicas adversas. ¡Lo verdaderamente sorprendente es que se mantengan en pie! 

Puesto que la entrevista tiene lugar en Madrid, ¿cómo describiría el paisaje urbano de esta ciudad? 

Si se refiere a nuestros espacios tradicionales e históricos, le puedo decir que la mayoría de nuestros paseos, bulevares, parques y plazas históricas han desaparecido o han sufrido reformas carentes de criterio: El Retiro, la Plaza de París con la nueva entrada de los juzgados, Santa Bárbara, el Paseo Recoletos, la Castellana, Serrano… 

Es del todo incoherente que los edificios de nuestro patrimonio estén protegidos y no lo estén los espacios urbanos históricos o tradicionales.

Me gustaría conocer su opinión sobre algunos espacios verdes matritenses. Partiendo de ejemplos particulares, podremos hacernos una idea general de la importancia que este país concede al paisaje urbano. Empecemos por el Retiro.

De un tiempo a esta parte, El Retiro sufre una transformación incontrolada debido a criterios de mantenimiento básicamente erróneos y populistas. Esto ha supuesto la eliminación de gran parte del arbolado, al convertir las áreas boscosas tradicionales que tenían los parterres de plantación en praderas de césped. 

El césped no es compatible con la sombra ni con el bosquete. La segadora de césped corta sistemáticamente los nuevos plantones, eliminando el proceso natural de recuperación que tenían las áreas boscosas en las que los nuevos plantones iban sustituyendo a los árboles viejos.

A ello se añade el cambio del riego tradicional por el riego mediante aspersión que requieren las praderas, lo que conlleva un exceso de humedad superficial cargado a su vez con abonos químicos. Todo ello empeora el estado de los árboles que terminan aislados envejeciendo, por lo general, en malas condiciones con el agravante de que se caen frecuentemente.

En el paisaje urbano lo importante es configurar espacios útiles, acogedores, y bellos

¿Qué opinión le merece Madrid Río? 

Es evidente que la supresión de una barrera como en su día fue la M-30 frente a un espacio sin ruido, accesible y permeable como es Madrid Río, de entrada es algo magnífico, pero el resultado obtenido no se corresponde con la inversión económica realizada, ni con el coste que asumen los madrileños.

Reconociendo que hay cosas positivas, le voy a enumerar las carencias que considero más llamativas. La primera es conceptual. Se ignora el río que está repugnante y huele mal. Sin embargo, se le da enorme importancia a los nuevos puentes, a veces sobredimensionados, que dejan fuera de contexto y de escala a los antiguos, como el Puente de Toledo.

La segunda es que, en su ordenación, no se contempla la vegetación, que es lo que imprime carácter. Como consecuencia, se convierte en un parque aburrido. En el diseño tampoco existe una jerarquía de caminos, ni por su importancia, ni en función de un uso definido: circulan a la vez bicicletas, peatones y monopatines. Y, al no haber sombra, su uso queda restringido a los días agradables ya que en días calurosos no se puede pasear.

En la naturaleza, la vegetación de borde de río es la de ribera, pero en Madrid Río, en algunos bordes se han plantado pinos sin tener en cuenta que su sombra es oscura y no nos deja recibir los rayos del sol en invierno. Además, dificultan el tránsito de los peatones. Los tutores y pinos inclinados precisan una explicación: según reza la memoria del proyecto, pretenden hacer creer al usuario que está en la Sierra de Guadarrama en lugar de en la ribera del Manzanares…

Por último, el barroquismo constructivo y desenfrenado en el uso de los materiales pétreos es muy caro y no aporta grandes beneficios. En algunas zonas existen hasta ocho acabados de piedra y en la misma sección de un paseo existe una duplicidad y triplicidad de bordillos. ¡Incluso los parterres de plantación se rellenan de piedra!

¿Conoce el proyecto de remodelación de la Plaza de España? Tiene un presupuesto de unos 90 millones de euros…

¿Se refiere a Welcome Mother Nature… Good by Mr. Ford!? No me parece serio ni el nombre ni el proyecto, que prescinde por completo de las características del lugar, de su entorno y en definitiva ignora a la propia ciudad.

Estas grandes operaciones casi siempre van acompañadas de una operación inmobiliaria y de otros intereses, bien sean políticos o económicos. De hecho, creo haber leído que de los 70.000 metros cuadrados, el proyecto tan sólo destina 16.000 a zonas verdes, lo que quiere decir que nunca será un bosque como pretenden demostrarnos en las imágenes, sino más bien un lugar ideal para botellones. Su diseño consiste en situar islotes a mayor escala que los del bulevar de Santa Bárbara, lo que no es aconsejable repetir.

Cuando vas a la plaza de España durante el día, no ves con claridad cuál es el problema que preocupa a los políticos. Salvo algunos desajustes de diseño de fácil solución y el ruido en la zona de contacto con Pintor Rosales, es una plaza clásica, viva, arbolada en sus bordes, con un cierto atractivo y mejorable sin grandes obras.

Si lo que quieren es suprimir el coche, podrían quitar el paso elevado que rompe la conexión con los jardines de Sabatini y el Palacio Real, y poner terrazas al aire libre para evitar problemas de inseguridad.

En el paisaje urbano lo importante es configurar espacios útiles, acogedores, y bellos. Lamentablemente, el proyecto no cumple ninguno de los tres requisitos.

El amontonamiento de bloques que vemos a la llegada de una ciudad rodeado de campo abandonado es sobrecogedor

El Ayuntamiento de Madrid ha dado luz verde para construir 27.000 pisos en Los Berrocales y Valdebebas, lo que supone la mayor reparcelación de la historia urbanística de España.

Me temo que puede ser más de lo mismo, con el agravante de que los bloques cada vez tienen mayor altura. Es necesario renunciar al mismo tipo de urbanismo y entender que los árboles son determinantes en la ordenación urbana y que los parques deben situarse en terrenos idóneos para su plantación y no en los sobrantes, junto a las autopistas y vías de circulación rápida.

¿Qué hace tan desolador el paisaje de las periferias de nuestras ciudades?

El amontonamiento de bloques que vemos a la llegada de una ciudad rodeado de un campo abandonado es sobrecogedor. Se ha urbanizado no donde se debe, sino donde se ha conseguido recalificar el suelo. Se produce así una desordenada y pésima planificación, lo cual genera un paisaje urbano y rural lamentable, ya que este último queda al albur de las expectativas de recalificación.  

En líneas generales, ¿cómo son los espacios verdes de ese caótico amontonamiento?

Al perderse las formas y la escala de los espacios abiertos tradicionales que eran diversos y arbolados, como calles, plazas, plazuelas y alamedas, las zonas verdes han quedado reducidas a los terrenos sobrantes entre polígonos de bloques aislados de arquitectura repetitiva y vías de circulación rápida, con el agravante de que los ayuntamientos no tienen capacidad de conservarlas y que en climas secos acaban por ser zonas marrones.

¿Por qué en España apenas hay cultura de diseño urbano?

Por ignorancia. Durante el siglo XIX y en el primer tercio del siglo XX, se embellecieron las ciudades con parques, calles, glorietas y jardines. Más tarde, desde mediados del XX, comenzó a declinar la cultura del arbolado urbano hasta llegar a la incultura urbana en la que actualmente nos encontramos, donde se copian formas y modas de distintas partes del mundo sin tener en cuenta nuestras condiciones geográficas, climatológicas e históricas.

¿Tiene solución?

No sólo tiene solución, sino que tenemos la obligación de dar soluciones y transformar dichos espacios, producto de la especulación y de unos planteamientos y arquitectura deficientes, en lugares amables, atractivos y humanos que mejoren la calidad de vida de sus habitantes. Esto es posible con un tratamiento paisajístico correcto que tenga en cuenta nuestra tradición, la nueva arboricultura moderna y los nuevos puntos de vista ecologistas y ambientales.

En el buen diseño priman los fundamentos ecológicos: se aprovecha el agua de lluvia, se construye con materiales reciclados, se utilizan pavimentos permeables, se recrean áreas naturales, se rehabilitan espacios industriales, se crean bosques urbanos y se hace una jardinería sostenible.

La calidad de un espacio no consiste en si es tradicional o moderno, sino en si está bien concebido, entendido y realizado.

¿Y cómo se podría mejorar nuestro entorno? ¿Qué pediría a los alcaldes que salgan elegidos? 

¡Habría que hacer tantas cosas! La legislación actual no protege el paisaje, ni rural ni urbano, y hay que reconocer que la mayoría de los disparates que cometen los Ayuntamientos se hacen con la venia del Colegio de Arquitectos y con todos los beneplácitos institucionales.

El paisaje mejoraría sustancialmente si los políticos dejaran intervenir activamente a profesionales relacionados con la materia y sensibles al paisaje, como geógrafos, arquitectos paisajistas, arquitectos, urbanistas, ingenieros de montes, historiadores del arte y, por supuesto, vecinos. Personas que, por sus conocimientos, sepan unir la cultura, las ciencias naturales, la técnica y el diseño, lo que implica respetar y conocer las leyes de la naturaleza y la condición humana.

Y, finalmente, les pediría que abandonaran la tendencia imperante, donde todo tiende a ser feo, caro y grande, con un diseño urbano antifuncional, antinatural y lleno de pretensiones. Y que establecieran una política ambiental basada en el arbolado urbano. En nuestro libro Árboles en la ciudad, se dan los fundamentos para llevar a cabo dicha política.

La paisajista María Medina.