Esperanza Aguirre reapareció para hacerle el trabajo sucio al Partido Popular. Arrastrada por la corriente de la política clickbait, la formación está tan confusa que se daña a sí misma, como un Charizard que vomita fuego sobre los votantes indecisos, regalándoselos achicharrados a Ciudadanos. Casado decidió no saludar a Garrido, hundido y abandonado sobre una silla.

Al tránsfuga le cambió la cara al ver a su antiguo jefe. Murió un poquito como morimos todos un poco cuando pasa por delante la llamada que nunca hicimos. Aquella chavalita, el amigo de toda la vida, nuestras cagadas a veces se hacen carne, y andan y miran; a Garrido la circulación se le paró un instante. La situación era inédita: un partido abierto en canal delante de toda España. Entonces, Esperanza Aguirre acudió al rescate: “¿Ahora eres liberal?”.

Como vivimos en el reinado de Iván Redondo, el gurú detrás de un hombre sin contenido, la naturalidad con la que Esperanza Aguirre derrumbó a Garrido fue un hallazgo. A la vieja política no le hace falta mucha estrategia de esquinazo y sombra. Los periodistas orbitaban alrededor de Esperanza Aguirre como los flashes de las grandes noches a Foreman. También afilaba lo guantes la ex presidenta. La situación era perfecta para desmontar a Garrido.

No lo supieron hacer antes los que bajaron al sótano de los 66 escaños, más pendientes de tuiter y de recoger algún zasca del suelo que les permitiera pasar otro día. Mendigos de la agitación. La política, desde que llegó Podemos, es un drama de posadolescentes rabiosos y no el juego de adultos cínicos que debería ser. Ángel Garrido lo entendió al momento: había llegado mamá para poner en evidencia al niño díscolo.

La campaña electoral tuvo ambiente de guerra civil, hubo bandos, trincheras sin argumentos y ataques personales. Las redes sociales eran el campo de batalla, alimentadas por los hooligans que crea ese estilo fanático de preparar el voto como si se velara una armadura. Se queda gente en la calle, era el grito de guerra. Lo copió Casado el último día con cuatro desorientados que encontró en la puerta del Wizink Center. Algunos paseaban al perro y se toparon con un candidato a la presidencia agradeciéndoles su compromiso. La identidad, los sentimientos, las banderas, borraron la sutilidad. La guasa. Todo ha sido una enorme piscina de mierda donde los candidatos se tiraban excrementos a los ojos. Olía todavía bastante mal cuando apareció Esperanza Aguirre. “¿Ahora eres liberal?”, dijo para salvarnos de tanto hortera en Falcon o a caballo.