Es conmovedor ver a Adriana Lastra berreando en lo que queda de aquí al 28 de abril. Y ver a la ministra Delgado entregada al neologismo "trifálico", y dándose un voltio por las radios y platós. Acaso ya esté liberada socialmente de sus asentimientos cuando lo de Villarejo y de aquella doctrina periodística de la "información vaginal".

El día que Pedro Sánchez convocó elecciones hacía una primavera previa, y por los desmontes de Chamartin había ya almendros en flor. Ese día, España entera se dio cuenta de que Sánchez, a su entender, lo tiene todo atado y bien atado: su entender es su santa voluntad, y saber esto es Historia contemporánea y un aviso al futuro.

Más que comparecer para una fecha, Sánchez nos tuvo un rato madrugador contándonos el realismo mágico de su legislatura breve. Como si la democracia la hubiera descubierto él, en el Falcon o trotando con su chucho por los pinarillos de la Moncloa. Porque antes de Sánchez, España era un páramo y una Edad Oscura. Con Sánchez llegó la fraternidad y el tendido eléctrico...

En todos estos meses, la sociedad ha debido vivir en otros mundos, y el único en posesión de la razón era Pedro Sánchez, que devolvió el fuego a los humanos. Y entre que Sánchez se va, sí, es conmovedora esa tragedia de Adriana Lastra que, a tenor de las encuestas, puede comprobar el frío de la calle y lo duro que es el mundo fuera del politiqueo. Sin oficio ni beneficio.

El viernes, con el catálogo de milagros que escupió Sánchez antes de decir la fecha de marras, la calle se quedó como estupefacta y con cara de meme. Dicen que con la foto de Colón le vino la Virgen -a Sánchez- a ver. Pero todo es más complicado. 

El mitin de Sánchez con Susana del finde prueba que entre el ridículo y la resistencia, en ese punto exacto, es donde se forma un carácter. Porque Sánchez podría haberse dedicado a la bioquímica o a la dinámica de fluidos con el mismo ahínco con el que se aferra al poder: sin duda habría un Nobel español.

Su legislatura nos ha enseñado las virtudes del bandazo, que el diálogo es diálogo y genuflexión o no será; que Carmen Calvo sabe de criptas, de huesos bajo palio, de Quijotes inclusivos y de otras proezas por el estilo.

Sánchez nos ha inaugurado un puente aéreo entre Madrid y Valladolid, y las lágrimas probables de Adriana Lastra quizá no sean las lágrimas de toda España.

Desde el día de la moción hasta hoy mismo, nosotros, los de entonces, peinamos ya unas canas que no se nos corresponden con la edad.