La situación política no sólo es percibida con pesimismo por el 89% de los ciudadanos -según reflejaba el sondeo de SocioMétrica que publicamos el sábado-, sino que ya está detrás de las preocupaciones de cabecera de los españoles. El barómetro del CIS de septiembre, coincidente en esa estimación con el nuestro, ha puesto letra pequeña al hartazgo. Entre los cinco problemas principales, nada menos que tres -la corrupción (36%), los partidos (30%) y la falta de gobierno (11%)- están relacionados con los políticos. 

Esta crisis de credibilidad sólo puede empeorar si tenemos en cuenta el egoísmo de unos partidos enredados en sus cálculos electorales, como PP y Podemos, cuando no rehenes de sus problemas internos, caso del PSOE. A sólo 25 días de que expire el plazo para la formación de Gobierno y las Cortes tengan que disolverse para convocar las terceras elecciones en un año, la actitud de los partidos sólo puede tacharse de deleznable, con la excepción de Ciudadanos. Rivera se ofrece como mediador entre PP y PSOE sin que ninguno parezca dispuesto a hacerle demasiado caso.

Garantías

Mariano Rajoy y el PP han pasado de advertir una catástrofe irreparable si no se formaba gobierno a exigir al PSOE garantías de estabilidad en una eventual investidura. Es verdad que encarar la legislatura en minoría puede convertir la gobernabilidad en un vía crucis para el Gobierno, pero los ciudadanos tienen derecho a exigir al presidente que haga el esfuerzo de entenderse con la oposición. Lo malo es que Mariano Rajoy se ha acomodado en la interinidad y ahora sólo ve ventajas en repetir los comicios. Los sondeos auguran que el PP, con el mismo porcentaje de votos, crecería en escaños y podría gobernar con la sola ayuda de Ciudadanos. También que el PSOE se convertiría en la tercera fuerza por detrás de Podemos, lo que convertiría a Rajoy en la alternativa moderada frente a la radicalidad.

Al presidente no parece importarle que ese nuevo escenario sólo pudiera producirse gracias a una abstención sin precedentes, como tampoco el deterioro sostenido de la imagen y credibilidad de los políticos tras once meses de bloqueo. Desde los comicios gallegos y vascos no ha movido un dedo para solucionar la crisis institucional, asiste a actos de marcado acento electoral y este martes llamó al presidente de la gestora del PSOE a modo de cortesía sin que esta toma de contacto permita ser optimistas sobre el final de la crisis política.

La pinza

Al mismo tiempo Podemos sigue presionando al PSOE con amenazas para que no permita la investidura de Rajoy. Pablo Iglesias y Mariano Rajoy han encontrado en la debilidad socialista la palanca que necesitaban para culminar con éxito su pinza sobre el por ahora primer partido de la oposición.

Descabezado, dividido y aterrado ante la posibilidad de tener que ir así a elecciones, los socialistas barajan hasta cuatro modalidades de abstención, pero no hay nadie con el sentido de Estado suficiente como para iniciar el debate.

La dilación se ha convertido en un elemento más de una negociación en la que PP y PSOE recelan mutuamente, convencidos ambos de que tendrá ventaja el que más aguante. Como estrategia puede resultar acertada o no, pero el mensaje que se lanza al país es desastroso y fomenta el hartazgo que reflejan los estudios demoscópicos.