Está claro que la famosa regla periodística de las uves dobles no la hicieron pensando en él. Del What [Qué], a nadie le queda claro si lo suyo es arte urbano o se trata de desfasados ejercicios de mero gamberrismo callejero. Sobre el Who [Quién], poco se puede añadir al reconocible apodo que, por derecho propio y del copyleft forma parte ya de la aldea global. Porque está demostrado, quizá sea lo único probado en todo este asunto, que Banksy es un pseudónimo. El mismo que utilizarían Dalí o Marcel Duchamp si estuvieran vivos hoy en día, hiciesen street art y actuasen al margen de la ley. Un buen número de periódicos británicos –con The Sun y su montaraz amarillismo a la cabeza– apuntan que su nombre podría ser Robert Banks, o Robin Banks, aunque este rumor podría haberse originado a partir de una broma por la similitud fonética con robbing banks [robando bancos].

Es bien sabido que dar credibilidad a un periodista british conlleva el riesgo de pecar de inocente, pero se sospecha que Banksy es un varón blanco, rubio, alto, de entre 28 y 35 años, y luce un diente de oro y un pendiente de plata. Simon Hattenstone, plumilla de la web Guardian Unlimited y uno de los pocos que lo ha entrevistado cara a cara, lo describe como “una mezcla entre Jimmy Nail y el rapero inglés Mike Skinner”.

Les toca el turno al Why [Por qué] y al How [Cómo]. Varios temas se repiten en sus obras (ratas, policías, soldados orinando, refugiados…) y siempre son perpetradas en lugares típicos donde los turistas desearían hacerse un selfie sin pintadas. El Rey Midas de los grafiteros utiliza el arte urbano callejero, influido por los ad jammers, para distorsionar el pensamiento único de los grandes medios de comunicación. Y para ello deforma, de manera irónica, el mensaje.

Ahí va un ejemplo: Banksy colabora en el episodio MoneyBart de la temporada 22 de Los Simpson, en la secuencia de apertura donde toda la ciudad de Springfield amanece repleta de grafitis. En el gag del sofá, una vez que Homer y su familia se sientan frente al televisor, puede verse una oscura fábrica asiática donde se obliga a trabajadores y animales desfallecidos a elaborar el merchandising de la serie. La polémica estaba servida, ya que es sabido que buena parte de la producción del cartoon lo realiza una compañía de Corea del Sur, pasando de mero chiste a una gran burla a la cadena Fox. Genio, espray y figura.